lunes, 18 de agosto de 2014

El Congreso de Cultura del régimen/Editorial El Nacional lunes 18ago14

Foto de archivo
El presidente de la República, presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, promotor del culto al comandante eterno, el excepcional que ha recibido mensajes de un pajarito, e intolerante activista en contra de toda disidencia, ha anunciado que el próximo primero de octubre se realizará un Congreso de la Cultura, es decir, un encuentro en el que se ratificarán las dos principales políticas culturales de los últimos 15 años: sumisión de unos y exclusión de otros.


Los resultados de las prácticas de sumisión están a la vista: un pequeño cartel de beneficiados, los artistas e intelectuales del régimenque reciben becas, boletos aéreos en clase ejecutiva y viáticos, premios por doquier, financiamiento para proyectos de diversa índole, cargos dentro y fuera de Venezuela, condecoraciones y un amplio abanico de prebendas. ¿Y qué exige el régimen a cambio de todas estas bondades? No mucho, en realidad: unos poemitas de precaria factura en homenaje al comandante eterno, unos cuadros todavía peores (deberían organizarse excursiones a la recepción del hotel Alba para que los ciudadanos disfruten de los logros culturales de la revolución: el deslavado y alicaído retrato del comandante eterno, puesto al lado de los retratos de Miranda y Bolívar, testifica en qué consiste la política cultural del régimen: intentar, por todos los medios a su disposición,ascender al teniente coronel a la categoría de los héroes libertadores).

En efecto, hay una política cultural del régimen chavista-madurista que consiste en meter a Chávez en el panteón venezolano. Imponerlo como parte de una dupla, donde el otro factor es nada menos que Simón Bolívar. A ese fin están destinados muchos de los proyectos culturales que cuentan con el apoyo del gobierno. Por eso, los artistas del régimen, ansiosos ante la posibilidad de perder beneficios y gratificaciones, componen y ejecutan los más desmedidos elogios (en otras palabras: hacen el ridículo), y viven pendientes de la oportunidad de firmar cualquier remitido en contra del Imperialismo –es el método de cotización del poder–, con lo que aseguran que seguirán contando con la buena voluntad de asignaciones y presupuestos.

La política cultural del régimen tiene, como se dijo antes, otra cara: la de la exclusión sistemática de todos los creadores políticamente autónomos, en todos los géneros artísticos, de los apoyos que deberían ser obligación del Estado. Esto es lo que define lo que el gobierno entiende como promoción cultural: adhesión, aplauso, destierro de la crítica, aplastamiento de la opinión distinta. Contrariando la posibilidad de una apertura, el anuncio que transfiere la Villa del Cine al Ministerio del Poder Popular Para la Comunicación y la Información, hace patente que hasta la producción cinematográfica, que había logrado mantenerse dentro de ciertos parámetros de autonomía, será puesta al servicio de fábrica de mentiras que es el entramado propagandístico del gobierno.

Mientras se despilfarran recursos en publicidad oficialista, Venezuela se ha convertido en un país, por ejemplo, en el que no se importan libros, con lo cual el descalabro del sistema educativo y los niveles de actualización de las universidades, están cada día más alejados de las realidades y avances que tienen lugar en otras naciones de América Latina. Mientras las capacidades para el diálogo y el intercambio cultural son cada vez más adversas, el gobierno prepara su escena del 1 de octubre: loas y más loas al comandante eterno; juramentos y más juramentos de fidelidad a la revolución; proclamas de apoyo a los hermanos Fidel y Raúl Castro; y, sobre todo, la oficialización del funcionario-artista o el artista-funcionario, especialista del silencio, el aplauso y la complicidad.
Fuente: El Nacional

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