Por: Teodoro Petkoff/TalCual
Cuando Chávez asumió la presidencia, comentó que trece ministerios (los que había entonces) eran demasiados y los redujo a once. Al poco tiempo, sin embargo, se dio a crearlos al por mayor, hasta llevarlos hasta 27, siguiendo en esto la pauta cubana, la cual a su vez imitaba la soviética.
Mucha gente ha ocupado esos cargos, pero hay unos cuantos que han rotado por varios de ellos, de manera tal que un supuesto experto en agricultura, por ejemplo, ha pasado a un ministerio de justicia. Cosa que en su tiempo no preocupaba a Chávez porque él, en verdad, los ejercía todos.
Ante el anunciado cambio de gabinete, hecho por Nicolás Maduro, no hay que forjarse ilusiones en cuanto a que ello pudiera entrañar un cambio de orientación en las políticas. Con los mismos nombres o con unos completamente nuevos, sería una verdadera sorpresa que no fuera más de lo mismo.
Los gabinetes ministeriales, obviamente, quienquiera sea el presidente, responden a la orientación política general de este, pero conservando, en no pocos casos de nuestra historia contemporánea, una confortable autonomía de acción en el área que cubren. En el caso del chavismo, sin embargo, los gabinetes han sido particularmente opacos. Es bastante probable que pocos compatriotas puedan recordar los nombres de al menos tres personas que hayan pasado por las carteras ministeriales. De manera que más bien cabe destacar que los gabinetes le han servido, tanto a Chávez como a Maduro, como útiles comodines para aquellas decisiones que las leyes exigen deban ser tomadas “en gabinete”. Por ejemplo, la promulgación de Leyes Habilitantes, que ya han dejado de ser excepciones para transformarse en una regla. Ambos gobiernos han actuado más tiempo “habilitados”, dejando en un muy deslucido rol a la Asamblea Nacional, que ha pasado a ser, además de una formalidad, la caja de resonancia de los actos de gobierno, sin ninguna autonomía. Chávez, quien, como buen personalista, no era dado a compartir poder, no utilizaba a la Asamblea más que como una tribuna para su propia proyección. Maduro va por el mismo sendero.
En estos quince años, el país ha conocido una notable regresión hacia su pasado autocrático del siglo XIX y del primer tercio del XX, cuando la republicana división de poderes no era tal, dado que los dictadores u hombres fuertes, tipo Páez o Guzmán Blanco, Castro y Gómez, los asumían todos en la práctica. Históricamente, nuestros congresos, salvo notables momentos excepcionales, fueron siempre más bien serviles ejecutores de la voluntad del Ejecutivo, al igual que el Poder Judicial. Con el cambio de gabinete que nos ha anunciado Nicolás Maduro, es bien poco probable que ocurra una cosa distinta. Giordani, quien con sus recientes declaraciones agitó el cotarro chavista, decidió, después de su acto de audacia, no abrir más la boca, de manera tal que el PSUV ni siquiera se ha dignado ocuparse de lo apuntado por el ex ministro de Cordiplan y tampoco, por cierto, de los señalamientos de Héctor Navarro y de la ex ministra Ana Elisa Osorio. Pero, sin duda, la procesión anda por dentro.
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