Fernando Rodríguez/TalCual
Cada vez que el régimen se ve en aprietos serios, es decir, a cada rato, responde inventando una guerra cuyo fin es invertir la culpa de los males de turno, atribuyéndosela al siniestro e implacable enemigo (siempre el mismo con distintas cachimbas, oposición e Imperio).
Lo del término guerra se debe a que un gobierno militarista tiene que militarizar hasta el lenguaje y mira que éste lo hace: misiones, batallas electorales, unidades de combate, milicias, comandante eterno, brigadas, invasiones siempre inminentes…
La última, y de las más estrambóticas, es la guerra bacteriológica que estaría preparando la oposición. Pero, atención, no se trata de esa otra guerra que pretendía sembrar el terror en la población mediante la denuncia de supuestas extrañas y terribles muertes, febriles y hemorrágicas, que sugerían la presencia en el país de algún virus o bacteria genocidas que sería el acabose de la tragedia nacional en que vivimos. No, es más que eso. Se trataba, según Maduro que no tiene reparos para urdir tramoyas inverosímiles, de sembrar en Maracay o en algún otro lugar una bacteria real que procediera a acabar un buen número de conciudadanos para beneficio político de la criminal oposición nativa.
¿Fuerte, no? Es de suponer que la tal bacteria ha debido ser condicionada en algún laboratorio del Norte para distinguir entre escuálidos y rojillos, así como para cesar sus letales efectos una vez conseguido su objetivo, suponemos que derrocar a Maduro. No es un chiste malo, usted no sabe de qué son capaces esos centros de poder.
Como siempre lo que esta truculencia en realidad pretende es esconder el horror que atraviesa nuestro sistema de salud, que añade a su permanente estado deplorable la devastación de la escasez y los desmanes del aedes aegyptis.
Guerra pues. Igual que la guerra económica que justifica la devastación y el saqueo de la riqueza nacional hecha por la tribu chavista en quince larguísimos años. O la guerra psicológica que pretende acabar, a como dé lugar, con la imagen y los valores patrios, adentro y afuera y desconocer lo chéveres y bravíos que somos. O, más recientes, las batallas apasionantes y decisivas contra María Conchita y el Puma, episodios de la guerra farandulera será.
Todas estas contraofensivas bélicas tienen entre sus víctimas preferidas los que sirven de portavoces del enemigo, los que preparan el terreno, envenenan los cerebros y los corazones, los medios independientes locales, los periodistas y opinadores bocones, las redes sociales incontrolables y, por supuesto los media imperiales, como CNN y Fernando del Rincón. Los primeros son enemigos internos cuya tarea es tratar de ablandar y dañar el espíritu del proceso para beneficio de los futuros invasores o neocolonizadores. Por ejemplo médicos y fablistanes que les dio porque una vaina rara estaba pasando en el Hospital de Maracay que, a decir verdad, todavía no se ha explicado que es, pero ya es situación bélica declarada. A lo mejor la gran Rayma quedará como la más simbólica baja de esta guerra de bacterias, un blasón más en su brillante carrera artística, como dijo Laureano.
Como ya hemos tenido un gran número de guerras, quién quita que nos venga una galáctica, con ovnis, marcianos y hasta nuestros próceres eternos y hasta algún beato como José Gregorio. No es hilaridad, repito. Todo es posible aquí y ahora.
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