No había terminado de desempacar su maleta el comisario Iván Simonovis al regresar a su casa –que le había sido concedida por cárcel por orden del tribunal que sigue su caso– cuando ya el Tribunal Supremo, al que de acuerdo con el artículo 267 de nuestra Constitución le corresponde “la dirección, el gobierno y la administración del Poder Judicial y vigilancia de los tribunales de la República”, le había picado adelante con saña y alevosía.
Para que no quedara en pie la más mínima posibilidad de una libertad plena, el TSJ levantó su vozarrón y mediante una expedita nota de prensa le avisaba al comisario que se trataba de “una medida temporal” y que al recuperarse de sus enfermedades volvería a la cárcel militar de Ramo Verde.
Lo que no ha tomado en cuenta el máximo tribunal es que esa medida de casa por cárcel que le fue dada al comisario Iván Simonovis es una condena que sufrimos todos los venezolanos decentes. Los ciudadanos nos hemos impuesto un toque de queda voluntario y a las 6:00 de la tarde, a más tardar, ya estamos recluidos en nuestras casas por temor a que el hampa nos quite la vida en cualquier esquina. Ya nadie se cree eso de Patria Segura o de tierra de paz y amor.
Igualmente al TSJ se le olvidó por completo otra norma constitucional que establece en el artículo 26: “El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles”.
Estas frases tan bellas son letra muerta en esta república bolivariana, donde estamos a merced de un Poder Judicial acomodaticio y cortesano. Lo único seguro es que no sabemos en qué momento nos pueden privar de nuestra libertad, sin ningún tipo de garantías judiciales. Basta con una orden desde Miraflores o desde el TSJ y cualquiera va preso sin derecho a pataleo.
La inseguridad y la inoperancia de nuestro sistema judicial nos han llevado a todos a vivir en una inmoral libertad condicional. Los venezolanos estamos clasificados entre los que han decidido tomar su casa por cárcel, o los que estamos en una libertad que se condiciona a que en cualquier momento una decisión arbitraria del sistema de justicia nos lleve a una prisión y, finalmente, los que esperan una decisión judicial que nunca llega.
El desastre judicial hace que más de 70% de los recluidos en las cárceles venezolanos carezcan de una sentencia definitiva, a pesar de que muchos tienen años en espera. Todos vivimos en una permanente libertad condicionada bajo las órdenes de la revolución.
Ya van 20 planes para combatir la inseguridad que nos han presentado militares y civiles en los últimos años, pero ninguno ha logrado que los venezolanos podamos volver a caminar por las calles de la ciudad sin temor a perder la vida.
Seguramente los guardianes de la ley y los burócratas del Poder Judicial están concentrados en preparar otra artimaña contra Simonovis para devolverlo a la cárcel. Menuda tempestad.
Fuente: El Nacional
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