Foto de archivo |
Esa sabiduría de Cadenas, que le autoriza sin estridencias a ir de la poesía a la política y de la política a la poesía, no es ocasional: es el resultado de años y décadas concentrado en los hábitos de la reflexión. Es el producto de la sedimentación. De la entrega paciente.
También ayer, en sus versiones impresas y web, el Papel Literario dedicaba sus espacios a desplegar –el verbo aquí no es gratuito– un homenaje a la poeta y ensayista María Fernanda Palacios. La iniciativa, articulada por ocho de sus alumnos de distintas generaciones, celebraba a la docente: los 45 años que Mafe, así es como la llaman sus pupilos, ha cumplido desde que inició su personalísima andadura en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
En las trayectorias de Rafael Cadenas y María Fernanda Palacios se sintetizan sus enormes empeños y atributos personales, la voluntad de cada uno de ir más allá de lo obvio y lo inmediato. Autónomos y libres, han gestionado sus múltiples oficios creativos y ciudadanos. Pero ello no lo explica todo: uno y otro hablan de un profundo anhelo republicano, de esa circunstancia, a menudo imperceptible y silenciosa, que significa construir un país.
No hay obra sin país. Mejor: no hay obra significativa si no es al calor de quienes rodean al artista, al pensador y al ciudadano. Lo dicen los ocho textos que conforman el homenaje a María Fernanda Palacios: quienes le rindieron gratitud, recordaban ayer las palabras recibidas, los intercambios dentro y fuera de las aulas, las experiencias compartidas alrededor del hecho pedagógico y literario.
Lo mismo ocurre con la poesía o los aforismos de Rafael Cadenas: lo que nos subyuga es el modo en que nos interrogan, en que se dirigen a cada uno de nosotros. Cuando leemos ese aforismo que dice, “Toda creencia es confinamiento”, es como si nos hablara directamente a cada uno de sus lectores. Como si se nos confiara un secreto largamente guardado. Cadenas le habla a cada uno de sus lectores, como María Fernanda Palacios le habla a cada uno de sus lectores y de sus alumnos. Ambos han dedicado sus vidas a hablarle al país.
Por fortuna, no están solos. Hay redes, comunidades de diversa índole, instituciones y circuitos que, ahora mismo, resisten y mantienen el diálogo y muchas otras formas de intercambio. La lucha por la república democrática no ocurre solo en la calle o en la dimensión de la política. También tiene lugar en la excelencia pedagógica, en la disciplina laboral, en el hallazgo creativo, en la proyección de las ideas y la producción artística.
Quienes marcan y han marcado con su sello personal a esa corriente colectiva que es el país, tal como han hecho María Fernanda Palacios y Rafael Cadenas, deben ser reconocidos y homenajeados. Es tarea de nuestro tiempo leer, escribir, dialogar y debatir. Incorporarse al hacer activo de las ideas. Reunirse e intercambiar. Dar las gracias. Porque admirar y hacer patente la emoción del elogio, es también una de nuestras responsabilidades como ciudadanos que aspiramos a vivir en una república democrática.
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