Por: VenEconomía
Hace un tiempo, Jorge Giordani, el hombre fuerte de la planificación del gobierno de Hugo Chávez, le reveló a Guacaipuro Lameda, en su época en la Presidencia de PDVSA, (palabras más palabras menos); que para sustentar la revolución requerían de los pobres, dado que eran ellos los que votaban por el proceso.
Debido a ello, explicaba que necesitaban que los pobres siguieran siendo pobres “hasta que logremos hacer la transformación cultural”, añadiendo que eso tomaba “al menos tres generaciones: los adultos se resisten y se aferran al pasado; los jóvenes la viven y se acostumbran, y los niños la aprenden y la hacen suya. Toma por lo menos 30 años".
Además de la aberración que tal maquiavelismo encierra, eso definía hacia dónde se dirigía el modelo de “hombre nuevo” que se requería para entronizar al socialismo del siglo XXI, del que tanto se viene hablando en los diferentes planes de la Patria.
Ese modelo de hombre nuevo, como ya viene haciéndose evidente, se aleja de los parámetros de principios democráticos, de civilidad, de la superación personal y profesional, de la búsqueda del logro mediante esfuerzo y trabajo, del empeño y dedicación al estudio, a la investigación y la adquisición de herramientas tecnológicas. Ese “hombre nuevo” se mantiene equidistante del pensamiento crítico y del conocimiento.
Es por ello, la urticaria que hoy causan al gobierno bolivariano las academias, la autonomía universitaria forjadora de hombres de libre pensamiento y la educación plural a los dos gobiernos de la revolución bolivariana. De allí que se hayan creado “universidades” paralelas, que se enfoquen en el adoctrinamiento y la ideologización para la defensa del socialismo y del plan de la patria, en vez de impartir conocimiento, capacitaciones y destrezas ciertas para el ejercicio profesional.
Es por ello también la persecución y la agresividad que han demostrado tener los cuerpos de seguridad que sirven al proceso con los jóvenes y los estudiantes, y el que hoy se les niegue, incluso, la posibilidad de acceder a las divisas necesarias para estudios en el exterior, castrando el futuro profesional de decenas de jóvenes venezolanos.
Así como es la razón y esencia de la política que se ha dedicado a cercar a las universidades autónomas mediante el continuo e importante rezago de las partidas presupuestarias aplicadas desde hace unos nueve años, que ha hecho que disminuyan los trabajos de investigación y desarrollo. Por ejemplo, ala Universidad Simón Bolívar este año apenas le fue aprobado un 26% de los Bs.3.500 millones que requerían para 2015; a la de los Andes, solo el 37,8% de los Bs.6.628.849.600 que estima sirvan "para un funcionamiento óptimo", y la de Carabobo, apenas recibió la aprobación de 26% de lo solicitado (Bs.2 millones).
Estos drásticos recortes presupuestarios, se traducen en que el país se quedará sin inversiones para tecnología de punta, investigaciones, ampliación de laboratorios, dotación de bibliotecas y laboratorios.
Mientras, la inseguridad, la falta de fuentes de empleo, la crítica situación económica sigue obligando a los jóvenes a la búsqueda de nuevos destinos que les garanticen un futuro menos negro.
A la larga, el país se va quedando sin una generación capacitada para construir el progreso y el desarrollo.
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