El presidente Nicolás Maduro debe una disculpa a los vene- zolanos. A todos. A los que le apoyan y, sobre todo, a los que le adversan. La irresponsabilidad con la que actuó, a raíz del asesinato del diputado Robert Serra y de su asistente María Herrera, está siendo demostrada en pocos días
El presidente Nicolás Maduro debe una disculpa a los venezolanos. A todos. A los que le apoyan y, sobre todo, a los que le adversan.
La irresponsabilidad con la que actuó, a raíz del asesinato del diputado Robert Serra y de su asistente María Herrera, está siendo demostrada en pocos días. Nada justificaba los ataques a la oposición venezolana por parte de destacados voceros gubernamentales, quienes hicieron responsable del deleznable hecho a integrantes del sector democrático del país, llegando incluso a señalar al diputado Carlos Berrizbeitia como implicado en el hecho. Ahora, la verdad está saliendo a flote, aunque algunos dirigentes oficialistas se empeñan en lo contrario.
La Fiscalía General de la República presentó ante un tribunal a dos ciudadanos, quienes presuntamente tienen relación con los crímenes.
Les imputan los delitos de "homicidio agravado, asociación para delinquir y otros delitos previstos en el Código Penal y en la Ley Orgánica contra la Delincuencia Organizada".
Ninguno de los dos es militante opositor. Uno de ellos era escolta del diputado asesinado. Las informaciones extraoficiales señalan que hubo más personas involucradas en el hecho, incluso aseguran que dos son de nacionalidad colombiana, uno de ellos con amplio prontuario.
Todo indica que el diputado y su asistente engrosan la lista de los miles de venezolanos que son víctimas de una delincuencia desbordada, de un hampa que no cree en cuadrantes ni en operativos de desarme y que actúa con total libertad en todo el territorio nacional. Es cuestión de suerte. Cualquiera puede ser la víctima. En este caso se trató de un connotado militante del PSUV, como en un pasado no tan lejano le tocó al concejal Eliécer Otaiza.
El discurso pronunciado por Maduro durante el sepelio de Serra y Herrera, en el cual le dio alas a la violencia como forma de resolver las diferencias entre los venezolanos luce hoy mucho más irresponsable de lo que lució ese día. Para ese momento absolutamente nada justificaba sus palabras señalando a la oposición como responsable del crimen. Actuó con un atrevimiento pocas veces visto en un jefe de Estado.
Tal vez quiso competir con su camarada el capitán Diosdado Cabello, siempre radical y pendenciero. Esa puede ser una explicación, pero no justifica de ninguna manera el tono que tuvieron sus palabras. Otra explicación es que le conviene polarizar a los venezolanos, mantenerlos en sus parcelas, hacer que las diferencias parezcan insalvables, todo con miras a lograr unos resultados electorales favorables el próximo año en las elecciones parlamentarias. Ninguna de las dos posibilidades justifica las palabras presidenciales, pues ni las luchas internas del PSUV o la necesidad de ganar la Asamblea Nacional son razones para poner en riesgo la paz del país.
Esperamos que las investigaciones prosigan y pongan tras las rejas a todos los que tuvieron que ver con este doble asesinato, lo que debe ocurrir con todos los delitos que se producen en Venezuela. Que se diga la verdad, por muy sórdida que esta pueda resultar. Creemos que el Presidente no estuvo a la altura de las circunstancias. Errar es de humanos y rectificar es de sabios, pero dudamos sinceramente que Nicolás Maduro vaya a rectificar.
Ojalá nos equivoquemos.
Cort. TalCualDigital
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