Ramiro Valdés ha sido el pilar más firme y constante la implantaciónen Cuba del castrismo, ese sistema de privación material y espiritual que reina en la isla antillana
Por: Oswaldo barreto/TalCual
Gente de oposición en Venezuela, gente de aquí y de afuera, experta en energía eléctrica, destacados conocedores de la historia política y económica de Cuba han elevado al unísono, con sobradas y coincidentes razones, un grito de asombro y de protesta por la llegada a este país de un grupo de ciudadanos cubanos, dirigido por Ramiro Valdés para asesorar al gobierno de Chávez precisamente en los problemas de energía eléctrica que hoy conoce el país.
Desde los más diversos abordajes, el asombro y la protesta recogen las mismas quejas: ante todo, nadie, dentro o fuera de Cuba, está al tanto de la menor competencia de Ramiro Valdés en materia de electricidad; en segundo lugar; Venezuela cuenta con buen número de reconocidos científicos y técnicos en la materia con capacidad y deseos de trabajar en la solución de esta crisis y, finalmente, la gravedad de esta es tal que es criminal enfrentarla con visiones improvisadas y expedientes intempestivos.
No obstante, esta nueva presencia de Ramiro Valdés en Venezuela es la manifestación exantemática de una crisis infinitamente más grave que cualquiera de las otras crisis que conoce actualmente el país.
Ramiro Valdés, ese desconocido como experto en cualquier tipo de energía o de industria, ha sido, en cambio, el pilar más firme y constante la implantación en Cuba del castrismo, ese sistema de privación material y espiritual que reina en Cuba.
Ni el Che, ni el mismo Raul Castro han sido tan asidua y obedientemente colaboradores como Valdés para instalar en Cuba el reino del castrismo.
No ha sido misionero diplomático, militar o doctrinario de Castro en el extranjero, sino el más consecuente servidor de Fidel Castro en los designios de este para racionar la distribución de bienes en la población; Impedir o coartar al máximo toda oposición interna y vigilar muy de cerca de todos los funcionarios del aparato de Estado y del Partido.
Por eso, desde el momento mismo en que Chávez y Fidel (o Fidel y Chávez) pensaron que sólo por medio de la represión, la persecución y la cárcel se puede imponer en Venezuela un sistema económico-político que inexorablemente conduce, por una parte, a la escasez y al razonamiento y, por la otra, a, la disidencia la lucha callejera y la rebelión desde ese momento pensaron que el hombre ideal para cumplir estas funciones era Ramiro Valdés, el Laurentis Beria de la Revolución Cubana, como ha sido bautizado.
A quien dude de lo que acaba de leer, le conviene echar el ojo al discurso que pronunció este mismo Rodrigo Valdés el 1º. de enero de 2009 (2009, el año pasado) en el Panteón Nacional de Caracas, donde manifestó su decisión de servir a la patria venezolana como si fuera su hijo. De nuestra parte, volveremos con detenimiento a esta misión de conquista y pérdida de soberanía en nuestra próxima Balanza de palabra
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