De esta revolución platanera, apenas me queda la franela, mi compadre. El camarada Jaua nos dijo que tomáramos la finca y la declaráramos tierra liberada. Y ahí estuvimos por varios días. Pero pasaron las semanas y los meses, y no llegaron las semillas ni los fertilizantes ni la maquinaria iraní que prometieron. Más de uno desertó y regresó a vender CD en la autopista; otros se instalaron en una panadería y ya tienen su quince y último. Apenas quedamos tres, dando tumbos en este caserón abandonado y con el arrecherón de sus antiguos dueños en la mirada. De noche, antes de acostarnos, le pregunto a mi mujer, si será que nos engañaron. Como dice el refrán: oro parece, plata no es.
Cort. TalCualDigital
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