En el futuro, la producción de carne dependerá menos de los bovinos que de las probetas, o al menos eso es lo que piensa el biólogo Vladimir Mironov, quien espera colaborar con la solución de la crisis alimentaria mundial desde su laboratorio en Carolina del Sur (EEUU).
Este investigador de 56 años y su colaborador Nicholas Genovese, de 32, esperan no solo luchar contra el hambre en el mundo creando carne artificial, sino también hacer posible misiones de más de seis meses a Marte, sabiendo que no es posible embarcar vacas a bordo de naves espaciales.
"Imagine por ejemplo la colonización de otro planeta o que simplemente se incremente la población", dijo Mironov, quien subrayó que "ya no hay ningún espacio disponible para criar ganado en Nueva York o Singapur".
El investigador, instalado en un laboratorio de dimensiones modestas pero con medios de avanzada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Sur, en el sureste de Estados Unidos, espera que la creación de los bistecs artificiales llegue pronto, pese a que por ahora el proceso de "cultivar" carne en un laboratorio es largo y complejo.
"Es un asunto de tiempo y dinero", afirmó.
Hace 10 años, Mironov obtuvo una beca de la NASA para intentar concretar su sueño de "cultivar carne". No obstante, actualmente sus trabajos ya no son financiados por la agencia espacial estadounidense, que se volcó más, según él, a la investigación sobre las plantas transgénicas como fuente alternativa de proteínas.
Desde entonces, es gracias al financiamiento de tres años de la organización de defensa de los animales Peta que Mironov y Genovese pueden continuar con sus investigaciones.
Trabajan a partir de células madre embrionarias responsables de la formación de los músculos, llamadas mioblastos, procedentes de pavos que se impregnan con suero de bovino para hacer crecer los tejidos musculares.
"Nosotros trabajamos a muy pequeña escala con el biorreactor Synthecon de la NASA, a partir de esferas porosas de quitosano (una fibra natural derivada de la caparazón de los crustáceos), donde pueden cultivarse los mioblastos de animales compatibles", explicó Mironov.
La carne así cultivada, de llegar a las góndolas de los supermercados, será bastante parecida a la que se encuentra en las carnicerías, afirmó. La carne modificada es ya una práctica corriente, y es inofensiva, agregó.
Vladimir Mironov y Nicholas Genovese formaron parte en agosto pasado de los 30 invitados por la Fundación europea de la ciencia a participar en un taller de fabricación de carne de laboratorio en Gotemburgo, Suecia.
Allí pudieron abordar con otros investigadores las dificultades con las que tropiezan. El asco de los consumidores no es sin duda el menos probable, aunque el procedimiento de cultivo se realiza en otros alimentos, como en los yogures.
Otro obstáculo es el financiamiento. En Estados Unidos, el Instituto Nacional de la Alimentación y la Agricultura no parece proclive a poner la mano en la billetera, contrariamente a lo que ocurre, por ejemplo, en los Países Bajos.
"Parece que los europeos llevan la delantera" en el asunto de la carne in vitro, subrayó Mironov.
Pese a todo, es optimista. Sin develar la cantidad de carne artificial que ha producido hasta el momento, planea realizar una degustación en Suecia el verano (boreal) próximo.
"Nosotros estamos listos, pero el sector del capital de riesgo y las agencias federales todavía no lo están", señaló, convencido de que ello "llegará".
Este investigador de 56 años y su colaborador Nicholas Genovese, de 32, esperan no solo luchar contra el hambre en el mundo creando carne artificial, sino también hacer posible misiones de más de seis meses a Marte, sabiendo que no es posible embarcar vacas a bordo de naves espaciales.
"Imagine por ejemplo la colonización de otro planeta o que simplemente se incremente la población", dijo Mironov, quien subrayó que "ya no hay ningún espacio disponible para criar ganado en Nueva York o Singapur".
El investigador, instalado en un laboratorio de dimensiones modestas pero con medios de avanzada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Sur, en el sureste de Estados Unidos, espera que la creación de los bistecs artificiales llegue pronto, pese a que por ahora el proceso de "cultivar" carne en un laboratorio es largo y complejo.
"Es un asunto de tiempo y dinero", afirmó.
Hace 10 años, Mironov obtuvo una beca de la NASA para intentar concretar su sueño de "cultivar carne". No obstante, actualmente sus trabajos ya no son financiados por la agencia espacial estadounidense, que se volcó más, según él, a la investigación sobre las plantas transgénicas como fuente alternativa de proteínas.
Desde entonces, es gracias al financiamiento de tres años de la organización de defensa de los animales Peta que Mironov y Genovese pueden continuar con sus investigaciones.
Trabajan a partir de células madre embrionarias responsables de la formación de los músculos, llamadas mioblastos, procedentes de pavos que se impregnan con suero de bovino para hacer crecer los tejidos musculares.
"Nosotros trabajamos a muy pequeña escala con el biorreactor Synthecon de la NASA, a partir de esferas porosas de quitosano (una fibra natural derivada de la caparazón de los crustáceos), donde pueden cultivarse los mioblastos de animales compatibles", explicó Mironov.
La carne así cultivada, de llegar a las góndolas de los supermercados, será bastante parecida a la que se encuentra en las carnicerías, afirmó. La carne modificada es ya una práctica corriente, y es inofensiva, agregó.
Vladimir Mironov y Nicholas Genovese formaron parte en agosto pasado de los 30 invitados por la Fundación europea de la ciencia a participar en un taller de fabricación de carne de laboratorio en Gotemburgo, Suecia.
Allí pudieron abordar con otros investigadores las dificultades con las que tropiezan. El asco de los consumidores no es sin duda el menos probable, aunque el procedimiento de cultivo se realiza en otros alimentos, como en los yogures.
Otro obstáculo es el financiamiento. En Estados Unidos, el Instituto Nacional de la Alimentación y la Agricultura no parece proclive a poner la mano en la billetera, contrariamente a lo que ocurre, por ejemplo, en los Países Bajos.
"Parece que los europeos llevan la delantera" en el asunto de la carne in vitro, subrayó Mironov.
Pese a todo, es optimista. Sin develar la cantidad de carne artificial que ha producido hasta el momento, planea realizar una degustación en Suecia el verano (boreal) próximo.
"Nosotros estamos listos, pero el sector del capital de riesgo y las agencias federales todavía no lo están", señaló, convencido de que ello "llegará".
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