Por: VenEconomía
El primer mandatario nacional, Hugo Chávez, espetó el lunes que cada vez que un consumidor llena un tanque de gasolina, "está echándole la más barata del mundo", y como si estuviera estrenándose en su mandato, explicó que el Gobierno está subsidiando más del 90% del costo real del combustible.
Estas verdades de Perogrullo, no le sirvieron al mandatario para anunciar un aumento gradual del precio del combustible unido a una política de mejoramiento y de subsidios racionales para el transporte público. Esto hubiera sido lo lógico de pensar en un país donde las políticas públicas fueran diseñadas en función del bienestar del ciudadano y del desarrollo de la nación.
Por el contrario, la explicación retórica del mandatario sirvió para anunciar que su Gobierno está estudiando imponer medidas de racionamiento al consumo en vehículos particulares, porque se hace perentorio bajar el consumo interno en 100.000 barriles por día.
El problema de fondo es que el Gobierno tiene 12 largos años haciéndose la vista gorda para enfrentar el problema de la venta de la gasolina a precios de gallina flaca. El litro de gasolina de alto octanaje se vende en dos centavos de dólar a nivel de detal (=$3,59 el barril). El precio al por mayor en los EEUU es de $105 el barril. Así, se pierden más de $100 por cada barril de gasolina vendido en el mercado local, es decir más de Bs.F.2,70 por cada litro, al cambio de Bs.F4,30:$.
Este problema se agravó por el impulso que tuvo el consumo de combustible debido a la emergencia eléctrica de 2010. Según cifras oficiales preliminares de PDVSA, el consumo de combustibles, incluyendo diesel y fuel oil para plantas térmicas de generación de electricidad, repuntó a 600.000 barriles diarios en 2010.
Al escoger la vía de los controles, el Gobierno generará daños colaterales: las empresas tendrán que reducir la producción por falta de combustible; instalaciones turísticas vacías por cuanto los turistas no llegan, etc.
En doce años de poder absoluto y de ingentes recursos, el Gobierno no hizo nada para resolver los problemas de transporte público urbano y adecuar la infraestructura vial al crecimiento de la población. Pero, lo más condenable es que no hizo su trabajo al no reestructurar el subsidio al combustible de manera que éste beneficiara a la mayoría de los venezolanos, sin crearle trabas al sector productivo.
Estas verdades de Perogrullo, no le sirvieron al mandatario para anunciar un aumento gradual del precio del combustible unido a una política de mejoramiento y de subsidios racionales para el transporte público. Esto hubiera sido lo lógico de pensar en un país donde las políticas públicas fueran diseñadas en función del bienestar del ciudadano y del desarrollo de la nación.
Por el contrario, la explicación retórica del mandatario sirvió para anunciar que su Gobierno está estudiando imponer medidas de racionamiento al consumo en vehículos particulares, porque se hace perentorio bajar el consumo interno en 100.000 barriles por día.
El problema de fondo es que el Gobierno tiene 12 largos años haciéndose la vista gorda para enfrentar el problema de la venta de la gasolina a precios de gallina flaca. El litro de gasolina de alto octanaje se vende en dos centavos de dólar a nivel de detal (=$3,59 el barril). El precio al por mayor en los EEUU es de $105 el barril. Así, se pierden más de $100 por cada barril de gasolina vendido en el mercado local, es decir más de Bs.F.2,70 por cada litro, al cambio de Bs.F4,30:$.
Este problema se agravó por el impulso que tuvo el consumo de combustible debido a la emergencia eléctrica de 2010. Según cifras oficiales preliminares de PDVSA, el consumo de combustibles, incluyendo diesel y fuel oil para plantas térmicas de generación de electricidad, repuntó a 600.000 barriles diarios en 2010.
Al escoger la vía de los controles, el Gobierno generará daños colaterales: las empresas tendrán que reducir la producción por falta de combustible; instalaciones turísticas vacías por cuanto los turistas no llegan, etc.
En doce años de poder absoluto y de ingentes recursos, el Gobierno no hizo nada para resolver los problemas de transporte público urbano y adecuar la infraestructura vial al crecimiento de la población. Pero, lo más condenable es que no hizo su trabajo al no reestructurar el subsidio al combustible de manera que éste beneficiara a la mayoría de los venezolanos, sin crearle trabas al sector productivo.
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