Si se les mira bien, las interpelaciones en la Asamblea Nacional suelen cumplir un rol gratificante para el buen espectáculo. Basta que algún ministro, prevalido de su pirotecnia verbal, haga uso de gráficos y estadísticas copiadas a la carrera, y muestre una realidad que no existe, para que desate la furia de quienes coleccionan denuncias sin respuestas. Pero los ministros, impertérritos, se paran en la tribuna de oradores y hablan de las maravillas de la revolución. Entonces, a cualquiera de la barra oficialista se le engatillan los aplausos, y en silencio se pregunta ¿a cuál país se refiere el camarada?
Foto: Renier Otto/TalCualDigital
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