Casi justo el mismo día en que los estudiantes universitarios obtenían una gran victoria al obligar al gobierno a ceder a sus peticiones para reponer un mínimo de dignidad y capacidad operativa de las grandes universidades nacionales, a fuerza de coraje, sacrificio y lucidez política e intelectual, casi al unísono, sale en Gaceta Oficial una monstruosa resolución del Ministerio de la Defensa en que se pretende convertir a la juventud venezolana en recua de soldados, de garantes del régimen, de mentalidades serviles, dependientes y obtusas.
Desde el primer grado a la universidad los jóvenes venezolanos deben ser instruidos en el arte de la guerra, del crimen industrializado de que hablaba Albert Camus. Es más, la formación militar es una suerte de articulación mayor, "de eje integrador", de todo el sistema educativo. Y para hacer brillar todavía más la joya se pretende que ésta sea tarea de las milicias bolivarianas, que de instruidas no tienen nada y mucho menos poseen las destrezas pedagógicas que se les exigen a todo educador de cualquier nivel. Con el agravante de que la última reforma de la Lofanb las convierte en su artículo 66, según Rocío San Miguel, en una suerte de paramilitares, de tontons macoutes, agregaría yo.
Hablar de nazismo en este caso no es una hipérbole, como suele suceder. Lo que se quiere hacer no es sólo formar montoneras ineficientes para guerras asimétricas (a lo Gadafi) que no conducen sino a cosas similares a ese infierno que es la Libia de hoy y a cambiar esos espíritus libertarios que hasta ayer gritaban en la huelga su decisión de luchar contra el Poder por lo que creían justo, lo que avalaron con sus cuerpos y su capacidad de sufrir, por esa disciplina militar que borra el individuo y encierra los posibles.
Necesaria seguramente para quienes asumen vocacionalmente esas nobles tareas de defender a la nación e, igualmente, a todos los ciudadanos in extremis, pero de acuerdo a normas universales y racionales.
Pero hacer del espíritu militar una suerte de ideario moral del país civil es simplemente una aberración, entre otras cosas porque el ideal societario debe ser siempre la paz, tanto más en la educación con todo lo grande que de ella pueda surgir: el teorema matemático, la invención tecnológica, el goce estético... la conciencia cívica y democrática.
A lo cual habría que agregar que en esta república cívico-militar seguramente "defender la patria" es defender a Chacumbele y sus despropósitos de enemigos externos e internos, "el Nuevo Pensamiento Militar venezolano", valga decir, que se identifica la tarea patriótica con los objetivos del PSUV, la permanencia eterna del Iluminado en el poder y la imposición generalizada del árbol de las tres raíces, maravillosa doctrina endógena que sintetiza bolivarianismo, marxismo, cristianismo, islamismo, indigenismo, peronismo, fascismo y todo lo que le quiera agregar a ese caldo morado.
Aunque siempre cabe la esperanza de que semejante proyecto majestuoso, que se viene esbozando desde hace más de un decenio, no termine sino en un descomunal despelote, no debemos subestimar este nuevo frente de lucha, este escenario para demoler la cabeza de nuestros hijos.
Por cierto, ¿qué estarán pensando los militares de ese cada vez más poderoso cuerpo pretoriano de las milicias?
Desde el primer grado a la universidad los jóvenes venezolanos deben ser instruidos en el arte de la guerra, del crimen industrializado de que hablaba Albert Camus. Es más, la formación militar es una suerte de articulación mayor, "de eje integrador", de todo el sistema educativo. Y para hacer brillar todavía más la joya se pretende que ésta sea tarea de las milicias bolivarianas, que de instruidas no tienen nada y mucho menos poseen las destrezas pedagógicas que se les exigen a todo educador de cualquier nivel. Con el agravante de que la última reforma de la Lofanb las convierte en su artículo 66, según Rocío San Miguel, en una suerte de paramilitares, de tontons macoutes, agregaría yo.
Hablar de nazismo en este caso no es una hipérbole, como suele suceder. Lo que se quiere hacer no es sólo formar montoneras ineficientes para guerras asimétricas (a lo Gadafi) que no conducen sino a cosas similares a ese infierno que es la Libia de hoy y a cambiar esos espíritus libertarios que hasta ayer gritaban en la huelga su decisión de luchar contra el Poder por lo que creían justo, lo que avalaron con sus cuerpos y su capacidad de sufrir, por esa disciplina militar que borra el individuo y encierra los posibles.
Necesaria seguramente para quienes asumen vocacionalmente esas nobles tareas de defender a la nación e, igualmente, a todos los ciudadanos in extremis, pero de acuerdo a normas universales y racionales.
Pero hacer del espíritu militar una suerte de ideario moral del país civil es simplemente una aberración, entre otras cosas porque el ideal societario debe ser siempre la paz, tanto más en la educación con todo lo grande que de ella pueda surgir: el teorema matemático, la invención tecnológica, el goce estético... la conciencia cívica y democrática.
A lo cual habría que agregar que en esta república cívico-militar seguramente "defender la patria" es defender a Chacumbele y sus despropósitos de enemigos externos e internos, "el Nuevo Pensamiento Militar venezolano", valga decir, que se identifica la tarea patriótica con los objetivos del PSUV, la permanencia eterna del Iluminado en el poder y la imposición generalizada del árbol de las tres raíces, maravillosa doctrina endógena que sintetiza bolivarianismo, marxismo, cristianismo, islamismo, indigenismo, peronismo, fascismo y todo lo que le quiera agregar a ese caldo morado.
Aunque siempre cabe la esperanza de que semejante proyecto majestuoso, que se viene esbozando desde hace más de un decenio, no termine sino en un descomunal despelote, no debemos subestimar este nuevo frente de lucha, este escenario para demoler la cabeza de nuestros hijos.
Por cierto, ¿qué estarán pensando los militares de ese cada vez más poderoso cuerpo pretoriano de las milicias?
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