Rodrigo Cabezas, vocero del Psuv, declaró que la oposición no debería convertir al narcotraficante y asesino en preso político (Por supuesto ofreció justicia prístina e inclemente hasta con el más pintado, como si no fuera conocida urbi et orbe la perversidad de nuestra dama bizca).
Pero resulta que ha sido la élite en el poder la que ha convertido a Makled en preso político, ni siquiera en político preso. Y esto se logró por el fraternal acompañamiento en las aventuras del gran capo de destacadísimas cabezas militares y civiles del régimen, si uno cree al menos una menguada parte de lo que ha cantado nuestro Soprano criollo.
Según estas denuncias es posible que pocos venezolanos hayan tenido tan variadas, íntimas y escabrosas interacciones con figuras públicas.
A lo mejor es el preso político por excelencia.
Nadie duda que Makled es un bandido, pero tampoco que es un gran bandido. Más de mil millones de fortuna propia alcanzó el imperio industrial y comercial que montó y osa decir que ha traficado con generales, ministros, diputados, altos magistrados, dirigentes del partido de gobierno, gerentes de empresas del Estado y varios parientes de esos funcionarios, en un régimen que cultiva como pocos el amor familiar. Por lo pronto podría también optar al título del boliburgués más poderoso y exitoso que se conozca. Estamos, pues, ante un caso mayor por todo lo dicho y, por supuesto, por las repercusiones internacionales que no puede dejar de tener uno de los temas más internacionales, el narcotráfico, que promueve una cruenta guerra que mata miles de mexicanos, destruye millones de jóvenes en los cinco continentes y hace que hasta mentes muy sensatas proclamen su legalización por su imbatibilidad por vías represivas. Por cierto que una de las más apasionantes intrigas del guión es la pregunta por cuánto saben ya los yanquis y otras instancias imperiales y qué van a hacer con esa información, más allá de lo que suceda con nuestra magna justicia.
De lo que sí prevenimos a lectores muy poco cautos que ya imaginan que ahora sí el régimen se va a empantanar hasta las orejas y a morir por asfixia o por ahogo electoral, es que no necesariamente se van a cumplir sus anhelos. Lo que haría del Corleone criollo una suerte de liberador de nuestros pesares y probaría una vez más que los caminos del Señor son misteriosos. El gobierno ha demostrado en el pasado no poca sagacidad para salir de enredos mayúsculos como, por ejemplo, Anderson, las computadoras de Reyes y el maletín de Antonini. Y no es que no lo hayan dañado y obligado a cosas como salir de Isaías, supeditarse a Santos, castigar con cárcel gringa y traiciones a sus mejores comandos empresariales y, en general, aumentar sus índices de régimen maula. Aceptamos que desactivar este niple es mucho más complicado que los anteriores. Sobre todo si la ira del acusado es cierta y sus deseos de venganza implacables, no transables. Pero no nos adelantemos, mucha es la tinta y las imágenes que veremos correr en el futuro inmediato
Pero resulta que ha sido la élite en el poder la que ha convertido a Makled en preso político, ni siquiera en político preso. Y esto se logró por el fraternal acompañamiento en las aventuras del gran capo de destacadísimas cabezas militares y civiles del régimen, si uno cree al menos una menguada parte de lo que ha cantado nuestro Soprano criollo.
Según estas denuncias es posible que pocos venezolanos hayan tenido tan variadas, íntimas y escabrosas interacciones con figuras públicas.
A lo mejor es el preso político por excelencia.
Nadie duda que Makled es un bandido, pero tampoco que es un gran bandido. Más de mil millones de fortuna propia alcanzó el imperio industrial y comercial que montó y osa decir que ha traficado con generales, ministros, diputados, altos magistrados, dirigentes del partido de gobierno, gerentes de empresas del Estado y varios parientes de esos funcionarios, en un régimen que cultiva como pocos el amor familiar. Por lo pronto podría también optar al título del boliburgués más poderoso y exitoso que se conozca. Estamos, pues, ante un caso mayor por todo lo dicho y, por supuesto, por las repercusiones internacionales que no puede dejar de tener uno de los temas más internacionales, el narcotráfico, que promueve una cruenta guerra que mata miles de mexicanos, destruye millones de jóvenes en los cinco continentes y hace que hasta mentes muy sensatas proclamen su legalización por su imbatibilidad por vías represivas. Por cierto que una de las más apasionantes intrigas del guión es la pregunta por cuánto saben ya los yanquis y otras instancias imperiales y qué van a hacer con esa información, más allá de lo que suceda con nuestra magna justicia.
De lo que sí prevenimos a lectores muy poco cautos que ya imaginan que ahora sí el régimen se va a empantanar hasta las orejas y a morir por asfixia o por ahogo electoral, es que no necesariamente se van a cumplir sus anhelos. Lo que haría del Corleone criollo una suerte de liberador de nuestros pesares y probaría una vez más que los caminos del Señor son misteriosos. El gobierno ha demostrado en el pasado no poca sagacidad para salir de enredos mayúsculos como, por ejemplo, Anderson, las computadoras de Reyes y el maletín de Antonini. Y no es que no lo hayan dañado y obligado a cosas como salir de Isaías, supeditarse a Santos, castigar con cárcel gringa y traiciones a sus mejores comandos empresariales y, en general, aumentar sus índices de régimen maula. Aceptamos que desactivar este niple es mucho más complicado que los anteriores. Sobre todo si la ira del acusado es cierta y sus deseos de venganza implacables, no transables. Pero no nos adelantemos, mucha es la tinta y las imágenes que veremos correr en el futuro inmediato
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