Cada quien celebró ayer el Día de la Madre. Almuerzos familiares, viaje al Junquito o desayunos en la cama. Incluso quienes ya no las tienen consigo le rindieron un silencioso tributo en el cementerio. Porque ser madre es un acto inolvidable; un oficio costoso, en términos de desesperación y sacrificios.
Como estas venezolanas que asisten religiosamente cada miércoles y sábado a visitar a sus hijos presos, y lloran inconsolables cuando se enteran que el pabellón donde sobrevive su muchacho se convirtió en un infierno. Foto: Renier Otto/TalCualDigtal
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