Por: Teodoro Petkoff/TalCualDigital
Un viejo dicho venezolano asegura que a cada cochino le llega su sábado. Todo indica que al cochino Gadafi le llegó el suyo.
Se acabó una de las más largas, corruptas y crueles tiranías del planeta, la de Libia, regida con mano de hierro y plomo por el despótico coronel Gadafi durante 42 años.
Se lo llevaron los vientos de la primavera árabe, que ya dieron cuenta de la dictadura tunecina y de la egipcia y que tienen bailando en un tusero a la de Yemen y al heredero del trono sirio, que se ha sostenido hasta ahora a plomo limpio contra su propio pueblo.
Gadafi protagonizó, hace ya más de cuatro décadas, un golpe de Estado contra el rey de Libia, Idris.
Entonces un joven coronel, pareció Gadafi formar parte del movimiento descolonizador y liberador, que en todo el norte de África protagonizaron en los 60 y 70 del siglo pasado los movimientos de liberación nacional de Argelia, con el FLN, y Túnez con Habib Bourguiba, y cuyo antecedente más importante y significativo había sido el acceso al poder, vía también acción militar, del coronel Nasser, quien acabó con el corrupto y anacrónico reinado del rey Faruk, títere de los británicos.
Ayer, como hoy, todo el Medio Oriente era sacudido por esperanzadores procesos revolucionarios de liberación nacional. Todo aquello, atrapado en la tenaza de la Guerra Fría y con las dos potencias haciendo de África escenario de su confrontación, fue desnaturalizando los movimientos de liberación nacional y en su lugar fueron apareciendo gobiernos personalistas y corruptos, unos sacándole plata a los rusos y otros a los gringos, pero enterrando los viejos ideales de democracia y progreso social.
Gadafi, como Mugabe y tantos otros, fue de los que cabalgando sobre el sentimiento de independencia nacional de su pueblo, se tornó en un dictador feroz, que se proclamó dirigente vitalicio de Libia y despachó sin más las aspiraciones democráticas.
Rico su país en petróleo, pudo financiar durante tan largos años un régimen cruel, que patrocinó el terrorismo en medio mundo, entregando la explotación del crudo a las compañías occidentales, que desde hace décadas lo tienen en sus manos, dejando en ridículo a Chávez, quien no tiene más argumento que todo esto ha sido una conspiración de los países occidentales para "cogerse" el petróleo libio. Si por eso fuera, no había necesidad de la guerra civil.
Ese petróleo lo "tienen" desde que Gadafi mandaba en Libia. La intervención de la OTAN, esta vez sí validada por las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, con la reticencia de Alemania, Rusia y China que sin embargo no utilizaron el poder de veto y dejaron hacer, dio legitimidad a la acción multilateral, que permitió equilibrar las fuerzas de tierra, al liquidar el poder de fuego aero-naval y de tanques de Gadafi y dejar la pelea en tierra, entre un ejército que se fue derrumbando y un pueblo desorganizado pero que se fue armando en la propia lucha, hasta derrotar al que se pretendía el "mejor ejército de África".
Chávez, quien tuvo los riñones de aseverar que Gadafi era a Libia lo que Bolívar a Venezuela, necesitará los cuatro estómagos de una vaca para poder tragarse esas palabras blasfemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario