miércoles, 5 de octubre de 2011

El susto guyanés


Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
El Presidente confesó no hace mucho que no se había dado demasiada cuenta de que se le estaba encubando una crisis eléctrica monumental como la que hemos vivido y seguimos viviendo. Un largo y pesado descuido de trece años. Pecado confesado, medio perdonado, dice el refrán. Sobre todo que ahora, en el dolor, la meditación lo ha llevado a ese raro temple del espíritu que es la sinceridad. Como a Fidel que también se ha dado algunos golpes de pecho en su convalecencia.
A quienes no tenemos vocación franciscana no nos enternece la piadosa actitud, no nos interesa, objetivamente es una irresponsabilidad delictiva producto de la ignorancia y la soberbia.
Esa mentalidad parece ser esencial a este gobierno. Un día alguien, después de una docena de ministros del área, se dio cuenta que el metro, otrora orgullo nacional, se había convertido en algo así como un afluente del Guaire y estaba a punto de dar lugar a una estrambótica guerra subterránea, a tal punto la paciencia de los usuarios se había colmado. Después de algunos años de construcción y ya para entrar en acción Chacu vio, para su sorpresa, un descomunal edificio en La Candelaria que no le pareció muy de su gusto y lo expropió, dejando en el esterero a miles de involucrados y sin saber qué hacer con esa vaina tan grande.
Agreguen ustedes sus cuentos a esta novela de piratas, que son inagotables. ¿Qué tal el de los aviones? Los mapas de Venezuela tienen desde hace sopotocientos años un extravagante apéndice que los muchachos pintan en la escuela con rayitas oblicuas y que es la zona, grandota, en litigio con Guyana. Creemos que a Jaimito ya no le pregunta la maestra por el añadido, que es y no es parte de la república, del cual no ha hablado sino una o dos veces el Presidente que habla de todo y repite y repite, además de cantar y bailar. Se quedó congelado, mudo, en la contratapa de los cuadernos escolares de la patria nueva. Pero ya podemos presumir la razón, se le olvidó que los países tienen fronteras. A lo cual ha debido colaborar en gran medida la barbarización de la Cancillería pero, sobre todo, la política internacional del caudillo que no atiende, o no atendía, ­vamos en bajada y somos tema más para Interpol que para Foreing policy­ sino a su estrategia para liderar la región de donde habría de surgir, él a la cabeza, la muerte del capitalismo y la salvación del planeta (ahora puede sonar a locura pura y dura pero ustedes saben que es la pura, dura y flagrante verdad). De allí que sus antojos estratégicos estuviesen más allá de las convenciones internacionales y algunos intereses muy trascendentes del país, emparentados con la soberanía que tanto mienta. Ahora le saltó de nuevo la liebre y no queda sino mentir, eludir, usar cataplasmas para atenuar un problema que puede dañar realmente la tierra y el mar bolivarianos.
Nosotros hemos mantenido desde hace mucho que el problema guyanés es muy delicado y que no es ajeno a la fraternidad y la mano tendida al vecino pobre y en su adolescencia como nación. Pero eso no implica que los arreglos a los que se lleguen se rijan por los sanos principios y procederes de naciones civilizadas y no por la sinrazón del delirio de poder y los caprichos inmediatistas y las intuiciones arbitrarias del Presidente quien no piensa más que en su estatua, cada día más majunche.

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