Carlos Andrés fue el político más popular y carismático del espectro nacional . Y al mismo tiempo, el más controversial. En su primer gobierno, con las nacionalizaciones del hierro y el petróleo habría sido suficiente para quedar inscrito en la historia democrática de Venezuela
RAFAEL MARTÍNEZ NESTARES/TalCualDigital
En estos momentos de precampañas electorales, cualquiera pensaría que el título de este artículo se refiere al candidato de Maracaibo. Sin embargo, mis letras se dirigen a hacer un modesto homenaje a uno de los políticos -que después de Betancourt- generó los más enconados odios y amores en la Venezuela del último medio del siglo XX.
Carlos Andrés Pérez Rodríguez, fue el político más popular y carismático del espectro nacional en esa etapa. Y al mismo tiempo, el más controversial. En su primer gobierno, con las nacionalizaciones del hierro y el petróleo habría sido suficiente para quedar inscrito en la historia democrática de Venezuela.
Pero su inquietud venezolanista y su raigambre latinoamericana, lo hacían un gigante de fronteras amplísimas que motivó a la incorporación de Venezuela en el Pacto Andino, no como trasnochada “alba” de reminiscencia bolivariana, sino como necesario “aggiornamiento” del modelo de desarrollo e integración andina que pasaría a ser el centro de un eje de crecimiento inusitado para la época.
Pero “El Gocho” -como con cariño se referían a él- los venezolanos de a pie, las mujeres y hombres, sus compatriotas, como solía referirse el propio Pérez, lo veían reinventarse, una y otra vez. De esta manera, Carlos Andrés Pérez, en 1985, empezó a concretar su retorno a Miraflores.
A pesar de la derrota en la convención interna de AD, Pérez empezó a trabajar con su carisma y denodado interés por Venezuela, para obtener su nominación presidencial por Acción Democrática. Así fue como, en 1987 gana los colegios electorales internos de AD -en contra del candidato opositor del gobierno de turno- y se convierte en el abanderado presidencial en las elecciones de 1988: el Gocho para el 88!
El Presidente, como le decían sus allegados, fue el “slogan” escogido para esa campaña. Y Pérez, volvió a sorprender a Venezuela y a Latinoamérica. Su capacidad de reinventarse formaba parte esencial de su carisma. Emprendió la tarea de reformar el Estado -iniciada bajo el gobierno de Jaime Lusinchi.
Usando y abusando de su popularidad y carisma, Pérez decidió emprender la descentralización y desconcentración del aparato burocrático estatal, junto a la elección, universal, directa y secreta de los alcaldes y gobernadores. La reducción del aparato burocrático del Estado se constituyó en el centro de una propuesta de Estado más eficiente, para permitiría a la economía desenvolverse en un nuevo marco de normas menos tuteladas por el Ministerio de Finanzas y Planificación y más por las incipientes reglas del libre mercado y la libre empresa.
Al margen de la opinión de sus detractores, Carlos Andrés Pérez, trascendió a su época y a intereses subalternos, a miserias humanas, a “náufragos rebelados” en balsas imaginarias, que hicieron trastabillar la democracia venezolana y que aún vivimos los frutos de esa desavenencia.
De Pérez se podrá decir cualquier cosa, pero nunca que no fue un demócrata. Su salida del poder “aunque hubiera preferido otra muerte” son señal cierta de la independencia de poderes que existió en la Democracia, con “d” mayúscula, de la mal llamada por el régimen, cuarta república. Pero vendrán tiempos mejores. No te desesperes, que ya viene Pérez.
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