La noche del lunes ha debido ser muy dolorosa para Chávez. Si entre las medicinas que le prescriben para su mal hay algún antidepresivo o similares seguramente hubo que darle una dosis adicional. Es que hemos visto, damas y caballeros, un verdadero acontecimiento mediático de trascendencia histórica, incluso posiblemente inédito para una gran parte de los venezolanos, aquellos que nacieron durante los ochenta y siguientes, lo que debe a equivaler a casi la mitad de la población.
Dicho brevemente: hemos visto un debate político televisado. Es más, un debate para nada académico, un debate electoral.
Sí, como el recientísimo de Rubalcaba y Rajoy. Como esos, sensacionales, en que Obama noqueaba teóricamente a sus rivales. Como si viviéramos en una sociedad de costumbres civilizadas y democráticas, pues. Algunos, se dice, lo confundieron con la reaparición de esa catedral de la sabiduría llamada ¿Quién quiere ser millonario?, otros creían de entrada que andaban todavía en los insondables caminos del cable, adonde habían huido de la cadena presidencial precedente. Pero no, eran Pablo y Capriles y María Corina y Leopoldo y Arria.
Yo me imagino que la audiencia sería enorme y la atención constante. Primero esperando ganchos al hígado, como acaba de prometer Esteban a sus contrincantes; o ver caer a la bella candidata golpeada por una bala fría lanzada desde el 23 de Enero por algún ahijado espiritual de Bernal; al menos, al menos, algunos demoledores jabs que recordaran progenitoras indignas, latrocinios impunes, traiciones a la patria o cualquier otro de los conceptos con que hemos aprendido a discutir sobre los asuntos de la vida colectiva. Pues no, y aunque usted lo dude, no hubo nada de eso. Hubo opiniones compartidas, matices distintos y hasta ciertas ideas dispares, como las de la Constituyente planteada por Arria, sin que afloraran chuzos y cachiporras. Ahora bien, esto al principio ha debido desconcertar un poco a la audiencia y en alguna medida desilusionarla: si no se van a dar qué demonios hacen ahí montados. Pero luego, novedad es novedad, ha debido subyugar la simpleza de que la gente pueda hablar y hasta diferir sin anatemas ni amenazas y hasta terminar todos, se lo juro, machete, agarrados de la mano y sonrientes.
Él no lo presentía, él lo sabía, él se las sabe casi todas. Desde un principio olía que eso de las primarias, la unidad, no era bueno, que iba a crear un escenario donde no tendría cabida por unos cuantos meses. Él en solitario, con su manada inerte que sólo muge, y enfrentado a esa pandillita de patiquines, seguro con asesores gringos echando físico y yo tan deteriorado, echándoselas de sus posgrados de ricachones.
Pero la Sala Situacional dale con que esa unidad es imposible... como si los cubanos pudiesen saber mucho de elecciones si nunca han hecho una. Pero ya no hay para dónde coger: yo polarizo, insulto, les echo el pueblo encima, los arrincono con eso de mantuanos y agentes del Imperio. Ellos que sigan con sus filigranas. Trizas es lo que va a quedar de ellos. Y así digan misa los de la Sala, tarados, cadena y cadena es lo que voy a utilizar... que se van a convertir en búmeran, eso no me lo trago... numeritos de rating, con qué se come eso.
Dicho brevemente: hemos visto un debate político televisado. Es más, un debate para nada académico, un debate electoral.
Sí, como el recientísimo de Rubalcaba y Rajoy. Como esos, sensacionales, en que Obama noqueaba teóricamente a sus rivales. Como si viviéramos en una sociedad de costumbres civilizadas y democráticas, pues. Algunos, se dice, lo confundieron con la reaparición de esa catedral de la sabiduría llamada ¿Quién quiere ser millonario?, otros creían de entrada que andaban todavía en los insondables caminos del cable, adonde habían huido de la cadena presidencial precedente. Pero no, eran Pablo y Capriles y María Corina y Leopoldo y Arria.
Yo me imagino que la audiencia sería enorme y la atención constante. Primero esperando ganchos al hígado, como acaba de prometer Esteban a sus contrincantes; o ver caer a la bella candidata golpeada por una bala fría lanzada desde el 23 de Enero por algún ahijado espiritual de Bernal; al menos, al menos, algunos demoledores jabs que recordaran progenitoras indignas, latrocinios impunes, traiciones a la patria o cualquier otro de los conceptos con que hemos aprendido a discutir sobre los asuntos de la vida colectiva. Pues no, y aunque usted lo dude, no hubo nada de eso. Hubo opiniones compartidas, matices distintos y hasta ciertas ideas dispares, como las de la Constituyente planteada por Arria, sin que afloraran chuzos y cachiporras. Ahora bien, esto al principio ha debido desconcertar un poco a la audiencia y en alguna medida desilusionarla: si no se van a dar qué demonios hacen ahí montados. Pero luego, novedad es novedad, ha debido subyugar la simpleza de que la gente pueda hablar y hasta diferir sin anatemas ni amenazas y hasta terminar todos, se lo juro, machete, agarrados de la mano y sonrientes.
Él no lo presentía, él lo sabía, él se las sabe casi todas. Desde un principio olía que eso de las primarias, la unidad, no era bueno, que iba a crear un escenario donde no tendría cabida por unos cuantos meses. Él en solitario, con su manada inerte que sólo muge, y enfrentado a esa pandillita de patiquines, seguro con asesores gringos echando físico y yo tan deteriorado, echándoselas de sus posgrados de ricachones.
Pero la Sala Situacional dale con que esa unidad es imposible... como si los cubanos pudiesen saber mucho de elecciones si nunca han hecho una. Pero ya no hay para dónde coger: yo polarizo, insulto, les echo el pueblo encima, los arrincono con eso de mantuanos y agentes del Imperio. Ellos que sigan con sus filigranas. Trizas es lo que va a quedar de ellos. Y así digan misa los de la Sala, tarados, cadena y cadena es lo que voy a utilizar... que se van a convertir en búmeran, eso no me lo trago... numeritos de rating, con qué se come eso.
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