La tomografía no detecta todas las lesiones ni todas las células
cancerígenas ENIO PERDOMO/ARCHIVO
GIULIANA CHIAPPE | EL UNIVERSAL
Recurrencia neoplásica. Así denominan los médicos la reaparición de una lesión maligna en el mismo sitio donde ya fue extirpado y tratado un tumor. Si la reaparición ocurre menos de un año después de la cirugía, y resulta maligna, los oncólogos se atreven a afirmar que el cáncer que sufre el paciente es agresivo.
En el área de la pelvis son varios los tumores que pueden reaparecer, como los sarcomas pélvicos y el cáncer localizado en vejiga, colon o próstata. El cáncer de testículo, por su parte, puede producir lesiones a distancia, de tipo benigno, como los teratomas, y lesiones malignas, como los carcinomas embrionarios.
Incluso una lesión de dos centímetros en el mismo sitio donde apareció el tumor inicial, y que obliga a una operación por tercera vez, es sumamente de cuidado. Al respecto, una fuente médica oncóloga consultada refirió que "una recurrencia a solo ocho meses que un tumor haya sido extirpado y tratado con quimioterapia, sugiere que es agresivo". Y advierte "una lesión de dos centímetros no es despreciable e indica recurrencia neoplásica local".
Cuando se detecta una nueva lesión y se decide operar es porque los médicos no han encontrado otros elementos indicativos de enfermedad. Sin embargo, el diagnóstico definitivo se conocerá en la cirugía. "En algunos pacientes pueden existir otras lesiones que no se detectan con tomografía, y sólo se observan cuando abren al paciente", explicó el oncólogo.
Esta nueva cirugía es de alto riesgo porque la zona está herida como consecuencia de la primera intervención y presenta más adherencias, fibrosis, cicatrices y lesiones vasculares. "También existe mayor riesgo de afectar órganos vecinos", añadió la fuente consultada.
Lo más probable en estos casos es que la lesión sea maligna porque, si se tratara de una cicatriz, se habría percibido con anterioridad, esto es, cuando se realizan exámenes de chequeo.
El problema es que el cáncer sabe esconderse muy bien. Las lesiones pueden detectarse, pero pueden existir células malignas aisladas que evaden los exámenes radiológicos y de imagenología. Cuando esta célula se desarrolla, ocurre la recurrencia neoplásica o, si es en un sitio distante al original, la metástasis.
Si se considera que cuando transcurren ocho o nueve meses desde una primera cirugía, y que en ese lapso se aplicaron cuatro ciclos de quimioterapia, los oncólogos deducen en estos casos que el tratamiento no fue nada efectivo. Suponen que, si se comprueba que es una lesión maligna, será necesario someter una vez más al paciente a sesiones de radioterapia o radiocirugía.
Recurrencia neoplásica. Así denominan los médicos la reaparición de una lesión maligna en el mismo sitio donde ya fue extirpado y tratado un tumor. Si la reaparición ocurre menos de un año después de la cirugía, y resulta maligna, los oncólogos se atreven a afirmar que el cáncer que sufre el paciente es agresivo.
En el área de la pelvis son varios los tumores que pueden reaparecer, como los sarcomas pélvicos y el cáncer localizado en vejiga, colon o próstata. El cáncer de testículo, por su parte, puede producir lesiones a distancia, de tipo benigno, como los teratomas, y lesiones malignas, como los carcinomas embrionarios.
Incluso una lesión de dos centímetros en el mismo sitio donde apareció el tumor inicial, y que obliga a una operación por tercera vez, es sumamente de cuidado. Al respecto, una fuente médica oncóloga consultada refirió que "una recurrencia a solo ocho meses que un tumor haya sido extirpado y tratado con quimioterapia, sugiere que es agresivo". Y advierte "una lesión de dos centímetros no es despreciable e indica recurrencia neoplásica local".
Cuando se detecta una nueva lesión y se decide operar es porque los médicos no han encontrado otros elementos indicativos de enfermedad. Sin embargo, el diagnóstico definitivo se conocerá en la cirugía. "En algunos pacientes pueden existir otras lesiones que no se detectan con tomografía, y sólo se observan cuando abren al paciente", explicó el oncólogo.
Esta nueva cirugía es de alto riesgo porque la zona está herida como consecuencia de la primera intervención y presenta más adherencias, fibrosis, cicatrices y lesiones vasculares. "También existe mayor riesgo de afectar órganos vecinos", añadió la fuente consultada.
Lo más probable en estos casos es que la lesión sea maligna porque, si se tratara de una cicatriz, se habría percibido con anterioridad, esto es, cuando se realizan exámenes de chequeo.
El problema es que el cáncer sabe esconderse muy bien. Las lesiones pueden detectarse, pero pueden existir células malignas aisladas que evaden los exámenes radiológicos y de imagenología. Cuando esta célula se desarrolla, ocurre la recurrencia neoplásica o, si es en un sitio distante al original, la metástasis.
Si se considera que cuando transcurren ocho o nueve meses desde una primera cirugía, y que en ese lapso se aplicaron cuatro ciclos de quimioterapia, los oncólogos deducen en estos casos que el tratamiento no fue nada efectivo. Suponen que, si se comprueba que es una lesión maligna, será necesario someter una vez más al paciente a sesiones de radioterapia o radiocirugía.
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