Por: VenEconomía
Los hilos conductores en estos 13 años de instauración de la revolución castrocomunista en Venezuela han sido el secretismo, el ocultamiento de la realidad, la manipulación de los hechos y la mentira. Con esas armas se ha buscado controlar y ejercer la mayor cantidad de poder en manos de la élite gobernante sin dar explicaciones o rendir cuenta a los ciudadanos.La información veraz y oportuna que manda la Constitución se ha convertido en un mito que se utiliza a conveniencia del proyecto revolucionario y a discreción del comandante en jefe del país.
Para el logro de este objetivo estratégico, el Gobierno ha puesto su garra en los medios de comunicación privados independientes, cerrando de manera arbitraria e ilegal a unos, obligando a la auto-censura a otros, a la vez que amplía el control sobre los pocos que ha dejado en pie, mediante leyes y otros ardides; paralelamente, expande la red pública de medios informativos y promueve medios comunitarios manejados por el Ejecutivo Nacional.
Las fuentes informativas de la Presidencia de la República, los ministerios y todos los entes públicos son herméticas cajas negras, de donde no solo no se producen informes de gestión ciertos, sino que se han convertido en maquinaria de promoción para el Gobierno y el socialismo del siglo XXI.
Las cifras de la economía no reflejan la realidad cotidiana del venezolano. No se conoce con certeza la producción de PDVSA, menos aún lo que adeudan al Estado Cuba y otros aliados por el envío de crudo con onerosos descuentos. Ídem pasa con la tasa real de homicidios por la alta inseguridad. Nadie sabe a ciencia cierta las viviendas construidas por el Ejecutivo Nacional, ni lo que producen o dejan de producir las miles de hectáreas de tierra fértil robadas a sus propietarios, o las cientos de empresas confiscadas en estos años del chavismo. No se ha informado sobre las cifras reales de las toneladas de alimentos dañados en PDVAL ni a donde han ido a parar los recursos del Fondo de Pensiones de los empleados de PDVSA.
Por no saber, no se sabe de la situación real del sistema eléctrico nacional. Incluso, se ha ocultado la verdadera dimensión del desastre ecológico que dejó el derrame de Jusepín en Monagas.
Pero, el colmo del secretismo en esta revolución llegó hace ocho meses con la extracción, entre gallos y medianoche en Cuba, del “tumor del tamaño de una pelota de beisbol” en alguna parte de la humanidad del presidente Hugo Chávez. La falta de información sobre el estado de salud del Primer Mandatario viola el derecho de los ciudadanos de conocer la fortaleza o debilidad de quien conduce el país. Más aún cuando el Presidente ha escogido de nuevo, ante otra necesaria operación de la que tampoco se conoce el alcance y los riesgos, poner su vida en manos extranjeras en la Cuba de los Castro.
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