ELEAZAR NARVÁEZ/TalCualDigital
En ese plan, con Cuba y desde Cuba, ha pretendido gobernar a Venezuela. El pasado 11 de este mes vino de nuevo a dar una vuelta, por lo visto con la idea, entre otras, de reforzar su insaciable narcisismo. Para estar en el centro de la celebración de esos dolorosos hechos ocurridos hace diez años, los cuales han sido transformados en una especie de gesta heroica en el discurso del régimen.
Aquellos terribles días de abril de 2002, una vez más convertidos por el Gobierno en días de gloria a fuerza de cinismo, de descarada manipulación y de abuso de poder.
Llegó al país y retornó a La Habana el 14 de abril. En su breve estadía, la población venezolana fue apabullada por una descomunal avalancha publicitaria que colocó en primer plano una visión distorsionada de los sucesos del 11-A. Una enorme y costosísima campaña en la que incluso se apeló de manera arbitraria a la denominada Ley Resorte para obligar a los medios privados a participar en ese festín de la mentira, con la divulgación de mensajes del siguiente tenor: "El 11 de abril de 2002 el pueblo fue emboscado por el golpismo". Y, desde luego, no faltaron las abusivas cadenas de radio y televisión acerca del asunto en cuestión. Algunas de éstas referidas al "conversatorio" del presidente Chávez con parte de su tren ministerial y con otros personajes de nuestra vida política. Sin duda, un importante documento testimonial para suponer la responsabilidad del jefe de Estado en esos acontecimientos celebrados por el oficialismo de una manera tan efusiva y con tanta desfachatez.
La mencionada reunión nos brinda algunas interesantes pistas para formular tal suposición. Allí el Presidente, al hacer alarde de la vasta experiencia conspirativa que tenía acumulada hasta el año 2002, con capacidad para infiltrar a sus adversarios o enemigos y también para dejarse infiltrar estratégicamente por éstos, fue bastante claro al afirmar que mucho antes del 11 de abril de ese año tuvo conocimiento del movimiento golpista posteriormente abortado en los dos días siguientes a esa fecha. Dicha aseveración, de cara a esos hechos de una década atrás, da pie para pensar que el Gobierno no actuó debidamente en ese entonces para evitar que la marcha del 11-A tuviese el trágico desenlace que conocemos. Al parecer, más bien abonó el terreno para que tales acontecimientos fluyeran sin importar sus funestas consecuencias, con el interés político fundamental de contribuir a generar unas condiciones favorables tanto para abortar el presunto golpe de Estado, como para depurar y controlar el sector militar. ¿Algo parecido a un autogolpe? Las dudas continúan. En la renuncia del Presidente, anunciada por Lucas Rincón, quizá podría estar la clave.
Detrás de la exhortación hecha en ese conversatorio, de mantenerse alerta ante las supuestas acciones de la oposición de cara al 7-O, podrían esconderse otros planes antidemocráticos de quienes hoy, en el ejercicio del poder, han demostrado una gran predilección por conspiraciones y prácticas golpistas desde hace muchos años. ¿Qué se quiere en realidad con el anuncio presidencial de crear un "Comando Especial Antigolpe"? Ante esto último sí hay que estar en permanente vigilancia, pues, los que están temerosos de la probable victoria de la Unidad Democrática el próximo 7 de octubre, ya han lanzado sus amenazas y toda suerte de mensajes intimidatorios.
¡Que no se equivoquen con otro golpe a la democracia y a la Constitución!
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