Por: Teodoro Petkoff/TalCualDigital
Para decirlo sumariamente, la libertad sindical está fuertemente aporreada en una ley, la LOT, cuyo promotor y virtual autor la considera fundamental para el proyecto socialista. No deja de ser paradójico que sea precisamente al referirse a la organización de los trabajadores cuando más desnudamente aparece la naturaleza NO socialista del proyecto chavista, sino más bien su parentesco con los modelos también NO socialistas sino autocráticos y totalitarios que florecieron y se desplomaron en el siglo XX, y de los cuales apenas sobreviven más muertos que vivos Cuba y Corea del Norte.
Se mantuvo en la LOT la misma estructura de la Ley del Trabajo de 1936, promulgada por el gobierno del general Eleazar López Contreras, cuyo poder estaba pesadamente lastrado por los largos años de mando gomecista y naturalmente su esfuerzo democratizador no dejaba de tener un fuerte sesgo conservador. Una de las características de la ley lopecista es la exagerada intervención del Estado en el ejercicio de los derechos colectivos, típicos de la organización sindical.
Para la Venezuela cuyos sectores dirigentes formaban parte del legado del general Gómez, la Ley del Trabajo era aceptable siempre que restringiera lo más posible la libertad de acción de los sindicatos. Hoy, la ley de Chávez refuerza los mecanismos de control sobre los sindicatos. Casi ochenta años después de la legislación laboral lopecista, el "revolucionario" Hugo Chávez se aparta de todo criterio de progresividad en el reconocimiento de los derechos humanos y hace suyo el criterio conservador de López Contreras, que en el caso de Chávez, precisamente por el tiempo transcurrido y dados los cambios en el mundo, más que conservador es absolutamente reaccionario.
Chacumbele desestimó completamente las exigencias de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el sentido de que nuestra legislación laboral se adapte a los mandatos del Convenio 87 de la OIT, relativos a la libertad sindical. Por su parte, la OIT ha cuestionado los siguientes puntos: la excesiva reglamentación establecida en la LOT respecto al derecho de constituir sindicatos, marcado por una abundancia de vallas burocráticas que lo hacen casi imposible; la intervención del Consejo Nacional Electoral en las elecciones sindicales, lo cual somete éstas a la voluntad del Estado; la negativa del gobierno a negociar contratación colectiva con los sindicatos del sector público.
Pues bien, en la LOT reformada tales aspectos no sólo no se resuelven sino que se agravan. Por ejemplo, se ordena a los sindicatos incorporar en sus estatutos normas electorales establecidas por Chávez, que transgreden lo que señala no sólo el convenio 87 sino la tradición sindical nacional: la redacción de sus estatutos y la elección de sus directivas son de su estricta potestad y el Estado no tiene nada que buscar allí. En este sentido a Chacumbele le encanta el modelo fascista mussoliniano y comunista stalinista.
Los sindicatos como instrumentos del poder político y al servicio de éste. Una vez el Presidente dijo que la autonomía sindical es un chantaje y que los sindicatos deben estar sometidos a la línea de su partido. Lo ratificó en su LOT.
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