El esfuerzo que está Capriles Radonski está adquiriendo cierto carácter épico. Esa movilización diaria, puerta por puerta, denota una voluntad de vencedor a prueba de bombas. Hay que pensar no sólo en ganar sino en gobernar. Para esa coyuntura hará falta una unidad aún más estrecha que la presente.
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Este minicronista va a hacer una rápida incursión por la comarca de la oposición. No sin antes apuntar que el esfuerzo que está haciendo Henrique Capriles Radonski está adquiriendo cierto carácter épico. Esa movilización diaria, puerta por puerta, hablando con miles de personas, denota una voluntad de vencedor a prueba de bombas.
No cree más que en su propio esfuerzo, sin esperar un milagro sino construyéndolo él mismo, pieza por pieza. Ahora bien, ese empeño, que hace en nombre de la unidad de sus partidarios, merece una forma emblemática de materialización. No veo una mejor y más eficiente que la tarjeta única de la oposición para la elección presidencial, aunque no para las de gobernadores y alcaldes.
En primer lugar es una aspiración de casi el total de los encuestados sobre el tema, voluntad que debería ser asumida y respetada por la Unidad. En segundo lugar, insisto, da cuerpo al compromiso de unidad porque demuestra el desprendimiento de los partidos en aras de un interés superior; sacrifican sus legítimos intereses partidistas en nombre del que es común a todos los que quieren quitarse de encima este yugo. La tarjeta única facilita la coherencia del mensaje, porque abre campo a la presentación del programa común unitario.
Sin duda que implica un uso más eficiente de los recursos y evita la inevitable competencia (innecesaria en esta coyuntura) entre los factores de la unidad, a los cuales la pura inercia electoral empujaría a subrayar lo que les es propio y los diferencia de los demás. Cierto es que esa competencia puede adelantarse de manera no divisiva, pero inevitablemente genera tensiones y distracción de esfuerzos que deberían dedicarse al candidato unitario y su mensaje.
Los partidos pueden estar seguros de que el país opositor que es muy grande recuperará parte de su debilitada confianza en ellos y se habrá dado un paso muy grande en el camino de recuperar el averiado sistema de partidos políticos. Hay que pensar no sólo en ganar sino en gobernar. Para esa coyuntura hará falta una unidad aún más estrecha que la presente.
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