La vinotinto se la comió en Uruguay. Sacarle un punto a ese país en su propio patio, el mítico Centenario, equivale a una victoria, y así lo sintió tanto el equipo como el país futbolero, como por otro lado el carómetro de los jugadores uruguayos mostraba lo que en la práctica, ciertamente, fue una derrota para ellos
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Hoy este minicronista se va de deportes. Por un lado, la vinotinto se la comió en Uruguay. Sacarle un punto a ese país en su propio patio, el mítico Centenario, equivale a una victoria, y así lo sintió tanto el equipo como el país futbolero, como por otro lado el carómetro de los jugadores uruguayos mostraba lo que en la práctica, ciertamente, fue una derrota para ellos.
Bien por la selección, que esta vez muestra una consistencia que permite acompañarla no por obligación de paisanos, en fin de cuentas son los nuestros, sino porque en verdad parece que podrían clasificar para el Mundial e hinchar por ellos ya no es un acto platónico. En la otra punta del continente, en el norte, el gran Johan Santana, por fin, lanzó el juego que hace tiempo esperábamos de él: un no hit no run. Johan está lanzando como en sus mejores días.
Los juegos en que se ha ido sin la decisión victoriosa fueron perdidos por el equipo, que no produjo las carreras que hacían falta, pero no por él. Por otro lado, Magglio Ordoñez decidió guindar el guante, quizás ladillado de tantas lesiones seguidas, que no le dejaron mostrar cabalmente el calibre de pelotero que es, uno de los mejores que hemos enviado a lo que los cronistas llaman “el mejor béisbol del mundo”.
Finalmente, la victoria de Pastor Maldonado, aunque termine siendo solo la de Barcelona, es otra performance deportiva que quedará. Se comprende que Pastor esté agradecido a quien hizo posible que pudiera correr en la Fórmula 1, pero si se sigue dejando utilizar por el gobierno terminará con medio país ligando que gane y medio país apostando que pierda. Un ídolo deportivo o es de todos o no es ídolo.
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