Por: VenEconomía
El Gobierno de Hugo Chávez viene mostrando una conducta altamente nociva para la salud del venezolano.
Lamentablemente desde finales de 2010 la barahúnda de controles revolucionarios llegó al sector farmacéutico, y al igual que con otros sectores productivos nacionales, éste comenzó a reflejar los efectos perniciosos de ese tipo de políticas.
Dentro de la maraña de problemas que comenzaron a hacer mella en la industria farmacéutica se cuentan, regulación de precios, severas restricciones y excesiva burocracia para el acceso a los dólares oficiales para importación no sólo de fármacos terminados, sino también para insumos y materias primas; temor a represiones e inseguridad jurídica que llevaron a la desinversión en desarrollo y tecnología. Esto se tradujo en un progresivo desabastecimiento y escasez de medicinas de uso frecuente. Fármacos como broncodilatadores, antigripales, para combatir la artritis, hipertensión, problemas tiroideos, diabetes y mal de Parkinson, cada vez más brillan por su ausencia. Contrastando esta situación con épocas no tan lejanas, cuando las farmacias estaban surtidas no solo con marcas internacionales y nacionales registradas, sino algunas con genéricos que producen diversos laboratorios del país.
Lo esperado, lo sensato de un Gobierno que busque el bien de la población es que sus entes reguladores o rectores, concertadamente con los sectores involucrados, tomen las medidas pertinentes y corrijan las distorsiones sin perjuicio de nadie.
Sin embargo, ahora como en anteriores oportunidades, al Gobierno no se le ocurre mejor salida “para garantizar” el abastecimiento de fármacos que crear una red de farmacias “FarmaPatria”, un símil de las corruptas e ineficientes redes de distribución de alimentos, Mercal y PDVAL. Lo irónico es que esta red de farmacias públicas, se monta con intenciones de absorber en el mediano y largo plazo, la red de FundaFarmacia, un ente creado por la industria farmacéutica privada para distribución y venta de medicamentos a precios solidarios para las personas de bajos recursos económicos.
Además, se le pone a la industria farmacéutica nuevas piedras de tranca similares a las que cercan a la distribución de alimentos del sector privado: la instrumentación del Sistema Integral de Control de Medicamentos (SICM) y la Guía Única de Movilización, Seguimiento y Control de Medicamentos. El primero para hacer seguimiento a toda la cadena de producción, importación, distribución y comercialización de materias primas y medicinas terminadas, al igual que se hizo con los alimentos. Y la segunda para controlar el transporte de medicamentos en todo el territorio nacional.
Los resultados son fáciles de proyectar: más escasez y desabastecimiento, inflación y corrupción, mientras la salud del venezolano sigue en una ruleta rusa.
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