Por Fernando Rodríguez/TalCual
Los gobiernos de vocación totalitaria son, entre otras cosas más dramáticas, bastante ladillas justamente porque se quieren meter en todos los recovecos de nuestras vidas
No respetan nuestra necesaria individualidad, nuestro territorio natural, nuestra privacidad. Quizás este sea el fantasma mayor que atemoriza a los hombres modernos, liberados de las manadas seculares, que saben que su vida y su muerte, para su bien y su desgracia, son intransferiblemente suyas.
Multitud y unidad somos, diría Whitman. Ahora han vuelto a meterse con nuestros hijos, con la escuela, cosa que nunca les ha salido muy bien.
Para empezar porque es tal el número de mensajes que circulan por los laberintos cerebrales de los niños de hoy que el del aula, aun en el caso negado de que la pudiesen monopolizar, es solo uno de ellos y ciertamente no el más seductor y efectivo ideológicamente. Todavía no estamos, ni vamos a estar, en el sonido único del mar de la felicidad fidelista o aquel de la Alemania nazi.
Además y muy importante, éste es un gobierno muy tosco, una orquesta muy desafinada, conducida por una de las cabezas más llenas de nudos y lagunas que hayan vivido en Miraflores, lo cual le impide cualquier coherencia y sensatez en los campos del saber y la pedagogía. Por eso fallan en la cultura, la universidad, la ciencia y en la calidad, rastrera, de la educación pública en general.
La resolución que crea los Consejos Educativos, la incorporación a la conducción institucional de la Escuela de elementos extrapedagógicos, comunitarios, partidarios en el fondo, es un dechado de contrasentidos y disparates que no hay que temer por lo que vayan a implantar en ella.
Por cierto, ¿qué querrán imponer?, ¿el marxismo-leninismo, el bolivarianismo de comiquita que manejan, el guaicaipurismo, el árbol de las tres raíces, el espíritu castrense?, vaya usted a saber, pero no lograrán ni siquiera nada de eso, a estas alturas ni la alta dirigencia psuvista debe tener idea de qué se trata este sancocho.
Pero lo que sí van a hacer es terminar de enlodar y prostituir una educación sin maestros preparados, que necesita decenas de miles de docentes en las áreas educativas más básicas, con instalaciones percusias, con la estafa a la juventud de las universidades basura y con sus mejores centros de educación e investigación superiores metidos en auténticos campos de concentración.
Ese es el verdadero peligro que debemos enfrentar, el éxtasis populista de que esa otra amenazante entelequia, la comuna, meta sus deformes garras en los salones de clase, para acabar con la cordura y el esfuerzo de los que siguen luchando palmo a palmo por el pupitre digno y la buena ortografía. Por último, este gobierno no atina ni a tapar los huecos de las calles y ha tenido que crear un ministerio insólito para la eficiencia de que carecen todos los demás.
Además, por supuesto, de reivindicar nuestro derecho a preservar la prestancia de nuestra casa y nuestra prole, nuestra libertad y nuestra dignidad que no hay que comerciar nunca. De manera que de nuevo no van a pasar, hay mil maneras de enfrentarlos hasta si logran imponer policialmente algo: desde la desmitificación hogareña, la resistencia del docente digno en el aula, hasta Jaimito que puede lanzarles una sonora trompetilla.
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