SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
El chavismo es golpista. Eso está claro desde 1992. Recordemos que ellos sí creen que hay golpes buenos y golpes malos. No se trata solo de atentados a la democracia o a gobiernos establecidos, sino de la acción de los diputados rojos rojitos.
Claudio Farías es golpista también. Lo demostró cuando le cayó a piña a su colega Julio Borges en el Parlamento. El “militante del amor” decidió desatar su furia y sus puños contra un adversario político porque dizque está harto de que atropellen al pueblo chavista, aún arrecho por el paro petrolero, por el 11 de abril de 2002, por el irrespeto a Chacumbele, y demás. Así se justificó en plenaria de la Asamblea Nacional y luego ante los medios del chavismo el propio diputado, con su cara bien lavada y sus puños enrojecidos. Normal, pues. Nuestro Legislativo no es un espacio, por tanto, para “parlamentar” sino para darse empujones cual patio de colegio.
Luego en la sesión vimos a un desaforado Diosdado Cabello gritándole a otro desaforado Ismael García que si lo quería “probar”, “aquí estoy”. Le faltó el típico, estúpido e inmaduro: “nos vemos a la salida, becerro”. Su intervención vino después de él mismo decir que el Parlamento no era para resolver las cosas a golpes y pedir respeto de unos diputados hacia los otros. Sorprendente.
Hace unos días, el embajador ante la OEA Roy Chaderton se descargó al entonces representante de Panamá y lo llamó “patán”, entre otras cosas, por recordar un supuesto incidente en el Congreso panameño donde Guillermo Cochez habría terminado a puños con otros diputados en medio de una acalorada discusión. Asumimos que Roy debe pensar también que Claudio Farías y el mismo Diosdado Cabello son “patanes” también. Lo que es bueno para el pavo…
En todo caso, no es la primera vez que se ve. Recordamos cuando la fosforito pateó y rasguñó a César Pérez Vivas en el hemiciclo, o la trifulca entre Alfonso Marquina y Henry Ventura del PSUV. Rocky se quedó pendejo.
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