Las últimas cifras del PIB desnudan la incapacidad absoluta del Gobierno. Fracasa estrepitosamente el modelo estatista y provoca alta inflación con estancamiento económico. Giordani y Merentes logran un récord mundial: una economía en barrena con altísimos ingresos petroleros
JOSÉ GUERRA/TalCualDigital
La economía venezolana, bajo el gobierno de Nicolás Maduro, ha entrado de nuevo en estanflación. El primer trimestre de 2013, con la política económica dirigida por el dúo Giordani-Merentes, fue un auténtico desastre: una tasa de inflación de 23,4% y una economía que luego de haber crecido 5,5% en 2012, se desplomó estrepitosamente.
Haber caído de 5,5% a 0,7% implica una pérdida significativa de actividad económica. Todo esto, inexplicablemente, ha ocurrido en un contexto de precios petroleros muy favorables.
Se habla de estanflación cuando la economía se estanca y al mismo tiempo sufre de alta inflación. Actualmente, Venezuela debe ser el único país del mundo que sufre esta patología.
Cuando se analiza el gráfico adjunto se puede apreciar claramente lo que pareciera ser la formación de un nuevo ciclo de bajo crecimiento o contracción de la economía.
Esta vez, a diferencia del episodio entre 2009 y 2010 donde la economía se hundió, lo novedoso es que los precios petroleros permanecen elevados, lo cual marca una diferencia muy importante con lo sucedido en el lapso anteriormente mencionado.
Lo que ha implantado Maduro, con la dirección de la economía en manos de la dupla Giordani-Merentes es un verdadero récord mundial: hacer caer una economía en barrena cuando los ingresos petroleros y el financiamiento interno del BCV a la economía han sido excesivamente generosos.
Sectores económicos claves como la industria manufacturera continúan registrando su ya secular caída. Que decline la manufactura implica que la base productiva para generar bienes exportables se afecta, con lo cual se profundiza la vulnerabilidad externa.
En el primer trimestre de 2013, la industria manufacturera se contrajo 3,6%. Pero lo que ocurrió en la industria de la construcción fue una verdadera hecatombe. Tras haber crecido en el cuarto trimestre de 2012 a un ritmo de 10,0%, durante los tres primeros meses de 2013, esa actividad cayó 1,2%.
Cuando se analiza las cifras, no es fácil hallar una explicación satisfactoria para este desplome de la actividad económica. Lo más sensato para quien esto escribe es valorar que se está ante el agotamiento de un modelo económico.
¿Cuál modelo económico? El que se ha seguido con particular énfasis desde 2004 cuando el gobierno decidió darle un giro estatista a la economía. Ello se tradujo en una ampliación del rol del Estado en la economía, mediante la nacionalización, estatización y confiscación de empresas, haciendas, hatos y cuanto negocio los burócratas consideraron como estratégicos.
Envalentonados con los altos precios del petróleo, creyó el funcionariado que bastaba con el dinero del petróleo para tener un país próspero. Tardó muy poco la ilusión.
A medida que crecía el peso del Estado en la economía comenzaron a hacerse evidentes el fantasma del déficit fiscal y la agudización del sesgo importador de la economía, al destruirse las capacidades productivas.
Así, no obstante los siderales precios del petróleo que recibe Venezuela, sus cuentas fiscales desde 2007 reflejan crecientes déficits. En lo relativo a las importaciones, éstas han batido la velocidad del sonido impulsadas por las compras masivas que hace el mismo gobierno de productos en el extranjero.
Los déficits fiscales han provocado que el BCV se haya convertido en la caja chica de un gobierno desequilibrado, para lo cual ha expandido la liquidez con una celeridad que no deja tiempo para que la economía asimile ese crecimiento de las monedas y billetes que circulan en la economía sin causar tensiones inflacionarias.
Similarmente, esa expansión del dinero en circulante se devolvió contra las reservas del BCV causando la literal extinción de su porción líquida.
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