Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
La verdad es que el Presidente Chávez hacía ruido en el plano internacional. Tenía bastantes dólares y disposición para derrocharlos buscando un delirante liderazgo, sostenía ideas en desuso pero de las que se podían valer algunos intereses y oportunistas, era recio y categórico.
Y consiguió auditorios. Unos por simple hambre petrolera; otros por hacer buenos negocios, Lula por decir uno, tan formal en casa y tan alcahueta en la calle, con cubanos, iraníes o con zalameros elogios a nuestra autocracia. Para no hablar de Rusia o China en trance de desarrollar sus imperios y buscar mercados jugosos. Y con una rara constancia fraternizó con cuanto tiranuelo se topaba en todo el globo. Se dio sonoras trompadas con más de uno, los gringos y Uribe a la cabeza. El resto lo miraba expectante como quien espera el desenlace de una película que no se acaba de entender, llena además de innumerables episodios que enriquecían el humor planetario. Ya en vida del comandante esto comenzó a decaer y ahora se precipita.
Lo que sí logró consolidar fue la Alba, poco consistente, a decir verdad, pero que él juraba que sería la semilla de un árbol robusto. La forman básicamente una Cuba destartalada por medio siglo de descarrilamiento histórico, un Ortega que no es sino una caricatura del líder que venció a Somoza, un boliviano que no ama los libros y un Correa muy lejos de parecerse a algún "guerrillero heroico".
Eso no fue a mayores, y ahora parece muy venida a menos. Como todo, para empezar el mismo país, sometido ya a una terrible crisis, sin energías mesiánicas ni petrodólares sobrantes y devaluado su liderazgo presidencial como para ocuparse de otra cosa que de sus propios males.
Mataron a Gadafi. Los iraníes cambiaron al "diablo" Ahmadineyad por el conciliador Rohani, amigo de Obama.
Paraguay volvió la derecha. Humala evolucionó en pocos años del populismo indigenista a un boyante capitalismo. La izquierda sensata (Chile, El Salvador, el mismo don Pepe Mujica) nunca le paró demasiado al Proceso. De otra parte, Santos lo puso a comer en la mano. La alianza del Pacífico se perfila como el gran modelo de integración, sin nosotros. La señora Rousseff se comporta con una seriedad diplomática que no tiene nada que ver con las matracas de su antecesor. La era Kirchner parece que termina. Zelaya que personificó hace unos años una de las películas de vaqueros más divertidas y estrafalarias, donde Maduro tuvo un papel de figurante, acaba de estrellarse nuevamente contra la rancia derecha hondureña. Los chinos nos han demostrado su voracidad. Obama no es Busch y es negro.
Dos detalles reveladores recientes. Ortega reconoció el triunfo de los nacionales hondureños en menos que canta un gallo a pesar de las denuncias de fraude, sin pararle a Venezuela que algunos maletines, marca Antonini, ha debido emplear en esa segunda muerte de Zelaya. Y Correa ha hecho tal contubernio con Santos que reúnen a menudo gabinetes conjuntos y han realizado en un año más de cientocincuenta (150, sic) encuentros de altísimo nivel y ni siquiera nos han informado de alguno de ellos.
Eso sí, los cuentos místicos y los insólitos lapsus de Maduro hacen las delicias de los círculos políticos y periodísticos de medio mundo.
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