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Si se espera un aumento importante de los ingresos o se tienen cuantiosas reservas acumuladas, como ocurre en épocas de alzas repentinas de los precios petroleros, los banqueros no se preocupan tanto. Suponen que sus clientes van a poder pagar. Incluso se dan casos en los cuales los prestamistas los persiguen para poder prestarles, porque prestar es su negocio.
Esto sucedió en Venezuela en años recientes, mientras los precios del crudo petrolero se elevaban de 20 a 100 o más dólares por barril y le permitió al gobierno y Pdvsa incrementar sus deudas hasta agotar su capacidad de endeudamiento. También les permitió gastar en forma desmedida en lo lícito y lo ilícito, en lo político y lo proselitista, en lo nacional e internacional. Pero se les olvidó que tenían que saldar una deuda social y una financiera, y no tuvieron la previsión de limitar el gasto o invertir en generar nuevos ingresos.
Ahora, cuando la economía ha caído en el abismo, tanto los banqueros como el pueblo cobran cuentas. La manera que tienen los banqueros de hacerlo es exigiendo un cambio de conducta. El modo como lo haga el pueblo aún está por verse. Porque en el caso de los prestamistas su negocio también es cobrar.
Habitualmente no cobran todo de una vez, por no perder al cliente, sino que “refinancian”. Lo que significa cobrar una buena parte y hacer nuevos préstamos para que se les pague. Para ello exigen condiciones. Entre ellas, que no se desperdicien o se cojan los reales y se tienda a lo que ellos consideran un manejo sensato de la vida económica.
Para lograr el refinanciamiento los gobiernos y empresas deben contratar asesores que le consigan los reales y a la vez les garanticen a los prestamistas que serán cumplidas las promesas de buen comportamiento. Los asesores son grandes instituciones creadas al efecto y ejercen las mismas funciones que realiza el FMI cuando se utilizan sus recursos.
Lo anterior explica que el vicepresidente para el área económica haya anunciado en Londres, vestido de banquero, el cambio de política del gobierno ante un selecto grupo de la comunidad financiera internacional. La unificación cambiaria, el aumento del precio de la gasolina, el puntual pago de los compromisos financieros adquiridos y la limitación del gasto forman parte del cambio de conducta requerido. Los asesores lo saben y, por tanto, ellos también lo exigen.
Si se produce el cambio de políticas –es un decir– quizás pudiera comenzar a saldarse la deuda financiera. Esto sucedería en detrimento de la deuda social, que se incrementaría por el aumento de la inflación, el desempleo y la pobreza. Para tratar de salir de este dilema e intentar explicárselo al próximo congreso ideológico del partido de gobierno se ha contratado, además de los asesores franceses banqueros de inversión, a un técnico cubano, experto en el trato con el pueblo en tiempos de penuria, aunque con poca experiencia en democracia.
La tarea del experto cubano de convencer a la militancia de la necesidad de las medidas es tan o más difícil que la que deben cumplir los asesores franceses para asegurar a los banqueros la buena fe de las promesas del gobierno en cuanto a la eliminación de los subsidios, el respeto a las leyes y la adopción de medidas dolorosas, que se han tornado en necesarias como resultado de la irresponsabilidad del actual régimen durante estos tres lustros.
Cort. El Nacional
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