Por: VenEconomía
El sector bancario ha sido uno de los pocos sectores que, hasta la fecha, han pasado invictos la barahúnda del Socialismo del Siglo XXI, registrando expansión y las mejores ganancias de su historia.
Tal parece que, por ahora, los vientos siguen favoreciendo a este sector. Por lo menos eso es lo que indica un análisis preliminar de los estados financieros al 30 de junio publicada en la prensa esta semana. A primera vista se nota que los bancos han tenido importantes ganancias.
Pero, como siempre pasa en estos tiempos de involución, las cosas no son tan color de rosa como aparentan a primera vista y ahora se empiezan a ver indicios que sugieren que se está debilitando el sistema.
Lo primero que cabe mencionar es que los precedentes indican que cuando el crecimiento del sector bancario es tan vigoroso y rápido, casi siempre termina en una crisis. Sin embargo, no son solo los antecedentes lo que hace que suenen las alarmas, sino otros aspectos más complicados.
Uno de ellos es que los bancos que reportan mayor crecimiento son los del Estado, que alimenta el gobierno con dinero inorgánico que imprime el hoy muy flexible Banco Central. Ese crecimiento fácil no es sostenible en el tiempo pues no se sustenta en dinero productivo y verdadero y puede ser el preludio de un necesario y difícil ajuste.
Otro es que la banca privada registre un retorno sobre su capital que es menor que la inflación, lo que es lo mismo que decir que los bancos se están descapitalizando. En gran medida esto se debe a que el gobierno obliga a los bancos a cumplir con cuotas mínimas de préstamo (las “gavetas”) y a intereses por debajo de lo que serían intereses de mercado. Estas cuotas representan casi el 60% del total de lo prestado.
Así mismo, una buena parte de los recursos de los bancos está “congelada” por cuanto a estos se les ha obligado a llenarse de bonos públicos de bajo interés – que no se pueden vender por las pérdidas que eso implique.
Finalmente, como lo ha demostrado la experiencia mundial, una expansión excesivamente rápida de la banca siempre termina en una crisis. Si no, pregúntale a la FED norteamericana acerca de lo que pasó en 2008, o los funcionarios venezolanos de los años 90 acerca de lo que pasó a raíz del colapso del Banco Latino en 1994.
Dicho de otra manera, con la altísima liquidez actual es difícil ver cuáles son los préstamos que serían de alto riesgo y susceptibles de caer en morosidad ante cualquier evento imprevisto. Pero de que los hay, los hay.
Las alertas están sonando. Uno de los primeros en tocar el gong es el banquero Oscar García Mendoza, quien en junio en su columna de El Universal, rememoró su experiencia en la crisis del sistema bancario que reventó el viernes 18 de febrero 1983 (aquel ingrato Viernes Negro). Una época en la que el alertó sobre las señales preocupantes (reservas internacionales bajas, caída de la producción petrolera y reducción de la liquidez del gasto público). Los hechos le dieron la razón a García Mendoza entonces.
Ahora, García Mendoza vuelve a ver señales preocupantes en la banca y, peor aun, indica que “la situación del 83 era inmensamente menos mala que la que enfrenta el sistema financiero bajo la dictadura castrochavista”.
Indica que “es difícil imaginar porqué no han nacionalizado la banca, pero la han ido llevando a un camino que tiene una muy difícil vuelta atrás”.
Y afirma García Mendoza que “si se adoptase una medida de restricción de la liquidez, o se dolarizase la economía” (ambas medidas especialmente correctas) “el sistema financiero no tendría salida”.
García Mendoza acierta cuanto sostiene que “la situación no es bancaria. Es política”. Y también al opinar que “solo un cambio de régimen podría proteger la propiedad privada de los depositantes y de los bancos”.
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