La “renuncia” de Alberto Federico Ravell a Globovisión, atribuida a la presión ejercida por el Gobierno sobre sus accionistas mayoritarios, no hace sino desnudar una vez más la errada política comunicacional de la revolución. Se pretende, bajo el pretexto de atacar la desinformación, ocultar las deficiencias e incapacidad manifiesta de los medios controlados por el Gobierno. Pero también deja al descubierto que al poder, deténtelo quien lo detente, le importa un comino la libertad de expresión.
Al Gobierno le interesa acallar una línea editorial adversa y a los empresarios les importa más salvar su banco en quiebra. La libertad de información está en el segundo plano. Le importa a Ravell y le rueda a Zuloaga; le importa a Miguel y no al Gobierno que le manda una trompetilla. En la edición 100 publicada del 31 de marzo al 6 de abril de 2006, aseguré lo siguiente: “Yo no sé si será una contraprestación por ‘gracias Espíritu Santo por los favores recibidos’, pero el Gobierno tiene un empresario que actúa en la negociación mediante la cual Nelson Mezerhane traspasará sus acciones de Globovisión. Es cuestión de días para que el Gobierno se haga de ese canal”. Pues bien, admito que en esa oportunidad me equivoqué, porque no fueron apenas días sino casi 4 años después cuando Globovisión cambia de dueño y pasa a manos de un banquero afecto transitoriamente al Gobierno. Por esta época, en cuanto a transacciones se refiere, son los medios televisivos los más complicados. Allí se mezclan los intereses de Torquemada y Maquiavelo; me explico: hay empresarios enemigos del sistema que tienen sus mejores aliados en el Gobierno, entre otros están Marcel Granier, Nelson Mezerhane y Omar Camero, todos ellos terminarán poniéndose de rodillas para salvaguardar sus intereses de clase, por ello en las horas difíciles acuden a los dos interlocutores que tienen en Miraflores. En esta ocasión el Gobierno, como una Salomé cualquiera, pedirá a los banqueros del Federal la cabeza de Globovisión. Miraflores propone a Carlos Gil como comprador. Hace una semana supe que Ravell renunciaría antes de aceptar una transacción que le hiciera bajar la guardia en la línea informativa del canal. De manera descarada el Gobierno apretó la cuerda al capitalista quien para proteger sus intereses se bajó los pantalones. De la misma forma actúa el poder cuando presiona a los anunciantes para que le den la espalda al medio que no le es de su agrado. La historia no es nueva. Hace tiempo, los dueños de Televen necesitaban oxígeno para sus negocios y estando Andrés Izarra en el Minci accedieron a sacar a Marta Colomina y a César Miguel Rondón de su programación vendiéndose al mejor postor. Ahora, para mantener con vida al Banco Federal, sus dueños, emulando a Herodes Antipas entregarán a Nitu Pérez Osuna, Leopoldo Castillo y Norberto Maza. Entretanto, se negocia también la situación de RCTV siendo previsible un arreglo para el regreso de Hernán Pérez Belisario. Los propietarios de RCTV (a su vez amos del valle) sacrificarán a Miguel Ángel Rodríguez y Berenice Gómez. Hay líneas editoriales que particularmente no comparto, pero me desagrada la hipocresía. Acá la revolución y sus verdugos bailan puliendo hebillas. En este mercado de capitales que ha resultado el Gobierno revolucionario, protegiendo banqueros a cambio del silencio obligado de terceros, su política comunicacional se enreda cuando tiene como norte el control de los medios de comunicación. Entretanto, no hay alternativa a la vista porque la programación de sus canales es bufa y su concepción parece propia de un borrico. Cada día es mayor el número de descontentos y menor el número de televidentes interesados en sintonizarlos. La verdad duele, pero no hay otra, por ello el Gobierno podrá disponer de una infinidad de televisoras y no podrá hacer cambiar de opinión a quienes se deben a su conciencia. Contento estarán los banqueros que el Gobierno les entrega oro por espejitos.
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