El Gobierno sigue mintiendo con respecto al problema del sistema eléctrico.
Primero mintió cuando reconoció, tardíamente, que el país atravesaba una crisis en el sistema eléctrico y argumentó que el grave problema lo produjo el fenómeno atmosférico El Niño y la prolongada sequía. Con esta aseveración se pretendía escabullir la responsabilidad del Ejecutivo en el deterioro de toda la red de generación, transmisión y distribución de electricidad, que ocasionó la desinversión, la falta de mantenimiento, el rezago de tarifas y una nefasta y poco transparente gerencia. El Gobierno no reconoció que toda esta crisis se debe a su indolencia para culminar por lo menos 25% de los proyectos de transmisión y generación eléctrica que lanzó en 2002-2003.
Luego volvió a mentir cuando impuso un "transitorio" y desarticulado Plan de Emergencia Eléctrica, que lo único que ha hecho es llevar severas penalidades pecuniarias a los consumidores si no hacen drásticas restricciones, sin aportar un ahorro contundente de energía. Este decreto además ha servido para: 1) acelerar el desembolso de unos cuantos millardos de dólares sin licitación para un apresurado y no planificado mantenimiento y rescate de la red eléctrica; 2) lanzar un sin fin de promesas de planes de instalación de plantas de generación solar y eólicas que todavía suenan a utopía; y 3) comprar indiscriminadamente plantas eléctricas, las cuales se están convirtiendo en un grave problema pues ni cubren la demanda ni hay producción de gasolina suficiente para abastecerla, y de ñapa cogestionan aún más las ya sobrecargadas líneas de transmisión y son contaminantes.
Ahora se vuelve a mentir cuando desde la Presidencia y desde el Ministerio de Energía se afirma que con la llegada de las lluvias la crisis terminó. Ésta es una perniciosa mentira.
Uno, porque la crisis energética no ha pasado, por el contrario, está vivita y coleando. Si no pregúntele a los merideños, trujillanos, zulianos, mirandinos y tachirenses que han visto multiplicar los apagones a pesar de los fuertes chaparrones de las últimas semanas.
Otra, porque el Gobierno insiste, por razones netamente electorales, en reducir el racionamiento progresivamente. El caso es que la represa estará en un nivel inferior al alcanzado este año cuando inicie la temporada de sequía de 2010-2011, y con ello se corre el riego de que la crisis de electricidad sea mucho peor en 2011, de lo que está siendo este año.
Más grave es que algunos analistas afirmaron a la prensa nacional que parte de los recursos para las inversiones que debieron hacerse estos últimos 10 años fueron desembolsados, pero las obras no aparecen por ninguna parte.
El Gobierno está en un callejón sin salida: Debe garantizar el suministro de electricidad a la población, no puede sobrecargar al Guri, y hoy no tiene la capacidad termoeléctrica para complementar la generación hidráulica como se hizo en el pasado.
El Gobierno en vez de seguir diciendo mentiras, debería reconocer que la crisis no ha acabado y de una vez por todas comenzar a gerenciar el Estado con responsabilidad y transparencia.
Primero mintió cuando reconoció, tardíamente, que el país atravesaba una crisis en el sistema eléctrico y argumentó que el grave problema lo produjo el fenómeno atmosférico El Niño y la prolongada sequía. Con esta aseveración se pretendía escabullir la responsabilidad del Ejecutivo en el deterioro de toda la red de generación, transmisión y distribución de electricidad, que ocasionó la desinversión, la falta de mantenimiento, el rezago de tarifas y una nefasta y poco transparente gerencia. El Gobierno no reconoció que toda esta crisis se debe a su indolencia para culminar por lo menos 25% de los proyectos de transmisión y generación eléctrica que lanzó en 2002-2003.
Luego volvió a mentir cuando impuso un "transitorio" y desarticulado Plan de Emergencia Eléctrica, que lo único que ha hecho es llevar severas penalidades pecuniarias a los consumidores si no hacen drásticas restricciones, sin aportar un ahorro contundente de energía. Este decreto además ha servido para: 1) acelerar el desembolso de unos cuantos millardos de dólares sin licitación para un apresurado y no planificado mantenimiento y rescate de la red eléctrica; 2) lanzar un sin fin de promesas de planes de instalación de plantas de generación solar y eólicas que todavía suenan a utopía; y 3) comprar indiscriminadamente plantas eléctricas, las cuales se están convirtiendo en un grave problema pues ni cubren la demanda ni hay producción de gasolina suficiente para abastecerla, y de ñapa cogestionan aún más las ya sobrecargadas líneas de transmisión y son contaminantes.
Ahora se vuelve a mentir cuando desde la Presidencia y desde el Ministerio de Energía se afirma que con la llegada de las lluvias la crisis terminó. Ésta es una perniciosa mentira.
Uno, porque la crisis energética no ha pasado, por el contrario, está vivita y coleando. Si no pregúntele a los merideños, trujillanos, zulianos, mirandinos y tachirenses que han visto multiplicar los apagones a pesar de los fuertes chaparrones de las últimas semanas.
Otra, porque el Gobierno insiste, por razones netamente electorales, en reducir el racionamiento progresivamente. El caso es que la represa estará en un nivel inferior al alcanzado este año cuando inicie la temporada de sequía de 2010-2011, y con ello se corre el riego de que la crisis de electricidad sea mucho peor en 2011, de lo que está siendo este año.
Más grave es que algunos analistas afirmaron a la prensa nacional que parte de los recursos para las inversiones que debieron hacerse estos últimos 10 años fueron desembolsados, pero las obras no aparecen por ninguna parte.
El Gobierno está en un callejón sin salida: Debe garantizar el suministro de electricidad a la población, no puede sobrecargar al Guri, y hoy no tiene la capacidad termoeléctrica para complementar la generación hidráulica como se hizo en el pasado.
El Gobierno en vez de seguir diciendo mentiras, debería reconocer que la crisis no ha acabado y de una vez por todas comenzar a gerenciar el Estado con responsabilidad y transparencia.
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