La nueva Ortografía contempla que ya no se usa mayúscula inicial para los sustantivos que designan títulos y cargos, incluyendo al sumo pontífice Benedicto XVI
Los hispanohablantes deberán olvidarse de escribir con mayúscula inicial las fórmulas de tratamiento y los sustantivos que designan títulos y cargos, y poner sencillamente “majestad”, “el rey” o “el papa”, pero la conservarán en personajes de ficción como “Caperucita Roja” o “la Ratita Presumida”.
Estos son algunos de los usos que se prescriben con claridad en el amplio capítulo, de casi ochenta páginas, dedicado a las minúsculas y mayúsculas en la nueva edición de la Ortografía, presentada hoy y en el que se insiste en qué casos se debe prescindir de la mayúscula debido al mal uso generalizado.
Esta obra, publicada por Espasa en España y en Hispanoamérica, no se olvida de las nuevas tecnologías y se muestra consciente de que “la rapidez y la economía suelen ser factores determinantes” en los correos electrónicos, foros, chats, y mensajes de móvil. En todos ellos es frecuente la “ortografía relajada”.
Por eso, se considera admisible que se prescinda de las mayúsculas en los mensajes de móvil y en los chats, “donde la rapidez prima sobre la pulcritud”, pero no en las comunicaciones electrónicas, en las que se deben “aplicar con rigor las normas ortográficas”.
Las Academias de la Lengua, verdaderas autoras de la Ortografía, reconocen en el libro que en el uso de las minúsculas y mayúsculas influyen diversos factores, entre ellos “el peso de la tradición”, “la intención de quien escribe” o “el tipo de texto”.
Sin embargo, hacen especial hincapié en que las fórmulas de tratamiento hay que escribirlas con minúscula, aunque en el pasado se hiciera lo contrario “por motivos de respeto, práctica que aún pervive en documentos oficiales y textos administrativos”, se afirma en la nueva edición de la Ortografía.
Así, hay que evitar la mayúscula inicial en “don”, “doña”, “fray”, “santo”, “excelencia”, “señoría”, “vuestra merced”, aunque se admite en los tratamientos protocolarios de las más altas dignidades (su santidad, su majestad, su excelencia).
Pero solo cuando no van seguidos del nombre propio: “la recepción a Su Santidad será en el palacio arzobispal”. Sin embargo “es obligada la minúscula” en “Esperamos la visita de su santidad Benedicto XVI”.
También deben ir con minúscula los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos (ya sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados), así se trate del mismísimo “rey”, de la “reina” o del “papa”.
Las Academias “recomiendan” prescindir de la mayúscula inicial en los cargos y títulos de cierta categoría, aunque saben que, “por razones de solemnidad y respeto”, se acostumbra a escribir con ella “en textos jurídicos, administrativos y protocolarios”.
Sin embargo, los personajes de ficción tienen que ir siempre con mayúscula (Aureliano Buendía, Juanita la Larga, Harry Potter, Mafalda) y también lo harán aquellos formados por nombres comunes: “Caperucita Roja”, “el Gato con Botas”, la “Ratita Presumida”.
Cuando los nombres propios se utilicen como comunes, tienen que ir en minúscula, como sucede, por ejemplo, en “tomarse un jerez”, “ser un judas”, “una celestina” o “un casanova”; “comportarse como un quijote”, “valer un potosí”.
Y se escribe “A Dios rogando y con el mazo dando”, pero “No hay más dios que Alá”.
La nueva Ortografía contiene también un amplio listado de expresiones que, con frecuencia, se escriben de distinta forma, y aconsejan con claridad cuál es el uso más conveniente.
Así, es mejor decir “a cal y canto” que “a calicanto”; “a machamartillo” es preferible a “a macha martillo”; “a tocateja” y no “a toca teja”; “aprisa” es mejor que “a prisa”; “contrarreloj” y no “contra reloj” y, como se acercan las Navidades, conviene saber que lo correcto es escribir “Nochebuena” y “Nochevieja”.
Y si alguien quiere rezar un “padrenuestro”, mejor que un “padre nuestro”, desaconsejable “por su poco empleo”.
Los hispanohablantes deberán olvidarse de escribir con mayúscula inicial las fórmulas de tratamiento y los sustantivos que designan títulos y cargos, y poner sencillamente “majestad”, “el rey” o “el papa”, pero la conservarán en personajes de ficción como “Caperucita Roja” o “la Ratita Presumida”.
Estos son algunos de los usos que se prescriben con claridad en el amplio capítulo, de casi ochenta páginas, dedicado a las minúsculas y mayúsculas en la nueva edición de la Ortografía, presentada hoy y en el que se insiste en qué casos se debe prescindir de la mayúscula debido al mal uso generalizado.
Esta obra, publicada por Espasa en España y en Hispanoamérica, no se olvida de las nuevas tecnologías y se muestra consciente de que “la rapidez y la economía suelen ser factores determinantes” en los correos electrónicos, foros, chats, y mensajes de móvil. En todos ellos es frecuente la “ortografía relajada”.
Por eso, se considera admisible que se prescinda de las mayúsculas en los mensajes de móvil y en los chats, “donde la rapidez prima sobre la pulcritud”, pero no en las comunicaciones electrónicas, en las que se deben “aplicar con rigor las normas ortográficas”.
Las Academias de la Lengua, verdaderas autoras de la Ortografía, reconocen en el libro que en el uso de las minúsculas y mayúsculas influyen diversos factores, entre ellos “el peso de la tradición”, “la intención de quien escribe” o “el tipo de texto”.
Sin embargo, hacen especial hincapié en que las fórmulas de tratamiento hay que escribirlas con minúscula, aunque en el pasado se hiciera lo contrario “por motivos de respeto, práctica que aún pervive en documentos oficiales y textos administrativos”, se afirma en la nueva edición de la Ortografía.
Así, hay que evitar la mayúscula inicial en “don”, “doña”, “fray”, “santo”, “excelencia”, “señoría”, “vuestra merced”, aunque se admite en los tratamientos protocolarios de las más altas dignidades (su santidad, su majestad, su excelencia).
Pero solo cuando no van seguidos del nombre propio: “la recepción a Su Santidad será en el palacio arzobispal”. Sin embargo “es obligada la minúscula” en “Esperamos la visita de su santidad Benedicto XVI”.
También deben ir con minúscula los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos (ya sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados), así se trate del mismísimo “rey”, de la “reina” o del “papa”.
Las Academias “recomiendan” prescindir de la mayúscula inicial en los cargos y títulos de cierta categoría, aunque saben que, “por razones de solemnidad y respeto”, se acostumbra a escribir con ella “en textos jurídicos, administrativos y protocolarios”.
Sin embargo, los personajes de ficción tienen que ir siempre con mayúscula (Aureliano Buendía, Juanita la Larga, Harry Potter, Mafalda) y también lo harán aquellos formados por nombres comunes: “Caperucita Roja”, “el Gato con Botas”, la “Ratita Presumida”.
Cuando los nombres propios se utilicen como comunes, tienen que ir en minúscula, como sucede, por ejemplo, en “tomarse un jerez”, “ser un judas”, “una celestina” o “un casanova”; “comportarse como un quijote”, “valer un potosí”.
Y se escribe “A Dios rogando y con el mazo dando”, pero “No hay más dios que Alá”.
La nueva Ortografía contiene también un amplio listado de expresiones que, con frecuencia, se escriben de distinta forma, y aconsejan con claridad cuál es el uso más conveniente.
Así, es mejor decir “a cal y canto” que “a calicanto”; “a machamartillo” es preferible a “a macha martillo”; “a tocateja” y no “a toca teja”; “aprisa” es mejor que “a prisa”; “contrarreloj” y no “contra reloj” y, como se acercan las Navidades, conviene saber que lo correcto es escribir “Nochebuena” y “Nochevieja”.
Y si alguien quiere rezar un “padrenuestro”, mejor que un “padre nuestro”, desaconsejable “por su poco empleo”.
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