El sabio Giordani nos ha hecho saber que los venezolanos ahora comen más porque no tienen que gastar dinero ni en educación ni en salud. Cualquiera creería que la educación pública y gratuita, así como la salud pública y gratuita, llegaron a Venezuela con Chávez
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Si Jorge Giordani no existiera habría que inventarlo o al menos crear un robot que cumpla sus funciones. Así como un mamador de gallo boliviano recogió en un libro, que tituló Evadas, algunas de las frases más extravagantes y grotescas del presidente de Bolivia, aquí quizás sería un tiro editorial un libro titulado “Giordanadas”, que recopile las genialidades de nuestro gran líder económico (Por cierto, un libro con los dichos de Chávez sería un best seller, porque hay que ver la cantidad de astracanadas que ese caballero ha soltado en doce años, pero este es otro cantar).
El sabio Giordani nos ha hecho saber que los venezolanos ahora comen más porque no tienen que gastar dinero ni en educación ni en salud. Cualquiera creería que la educación pública y gratuita, así como la salud pública y gratuita, llegaron a Venezuela con Chávez.
Mal que bien, nunca los venezolanos humildes han tenido que pagar por la educación y por la salud, a menos que consideremos como “pago” el tener que calarse el deterioro de ambos sectores por carecer de alternativas ya no gratuitas en la educación y salud privadas.
Uno no sabe de dónde saca Giordani eso de que los venezolanos comen más ahora, pero bien seguramente que esa es la “explicación” que el tercio quiere darle a la inflación. La tesis sería que los precios de la comida suben más velozmente que los de otros bienes y servicios porque tienen más demanda.
Orondo y satisfecho de su propio genio el ministro de Finanzas seguramente, pensando que se la había comido, se retiró a su cueva para seguir diseñando las políticas que han hecho de la inflación venezolana la peor de Latino América y tal vez del mundo. Bolívar lo dijo al revés, pero también es verdad: la probidad sin talento es un azote. Giordani es la demostración viviente.
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