DANIEL SHOER ROTH/DSHOER@ELNUEVOHERALD.COM
Es la pesadilla de todo buzo. Salir a la superficie del agua y descubrir que la embarcación con la que vino ya no está. Saber que en el agua puede haber tiburones, la corriente es fuerte y la noche se acerca.
No es una película. Sucedió a dos turistas a tres millas de Key Biscayne el domingo por la tarde, cuando una compañía local de buceo los olvidó en mar abierto.
“Estábamos en shock”, confesó Paul Kline, visitante de 44 años de Austin, Texas. “Fácilmente pudimos haber muerto”.
Kline, quien está certificado para bucear en aguas abiertas, se encontraba junto a Fernando García Puerta, turista español. Ambos se aferraron a una pequeña boya de pescador que habían encontrado, cuando los pasajeros de un yate los divisaron a unas 300 yardas.
Eran cerca de las 6:40 p.m. y las condiciones climáticas estaban empeorando, con un oleaje de tres a cuatro pies de altura, y viento de 15 nudos, según el capitán Elie Trichet, quien los rescató cuando regresaba de un paseo a Key Largo.
“Podíamos ver a dos buzos con sus equipos enteros puestos y un tubo rojo inflado que se usa comúnmente en el buceo para ser visto cuando sales del agua”, relató Trichet, que también es instructor de buceo. “Podías notar una fuerte sensación de alivio [cuando nos vieron]. Llevaban dos horas agarrados de la boya con la esperanza de que alguien los rescatara”.
Sabrina Elgammal, portavoz del Servicios Guardacostas de Estados Unidos en Miami, informó que el Departamento de Prevención de la agencia estaba investigando el incidente.
“Fuimos contactados después de que los buzos fueron hallados y no tuvimos que ir al lugar de los hechos”, declaró Elgammal, quien declinó elaborar sobre el caso.
El lunes por la noche todavía seguía siendo un misterio cómo fue que el capitán Mike Beach, de la compañía RJ Diving Ventures con sede en Miami Beach, no se dio cuenta que había dejado a dos de sus 30 pasajeros en medio del mar.
Beach, de 39 años, quien aparece como socio de la compañía, rehusó responder a las preguntas de El Nuevo Herald y se limitó a declarar: “Todo el mundo está bien, nadie está herido, todo el mundo está feliz. Eso es todo”.
Pero no todo el mundo está feliz. En una economía dependiente del turismo, la historia de dos buzos abandonados por un operador turístico en aguas conocidas por sus tiburones podría tener graves consecuencias.
Representantes de la Oficina de Turismo y Convenciones del Gran Miami rehusaron hacer declaraciones sobre un caso que está bajo investigación.
Kline tiene pautado reunirse el martes con Sasha Boulanger, el propietario de South Beach Divers, donde compró el paseo de cuatro horas por $85. García, el turista español, no pudo ser localizado el lunes telefónicamente. En un correo electrónico enviado en la noche escribió que estaba “un poco conmocionado por lo de ayer”.
“La noche se nos echaba encima y esa era nuestra peor pesadilla: El hecho de pensar pasar allí la noche entera, ya que a pesar de estar el agua caliente, el cansancio podía hacer mella”, agregó García, de 43 años.
South Beach Divers, a su vez subcontrata los servicios de RJ Diving Ventures, la operadora del barco que trabaja con numerosas agencias de turismo. Según Boulanger, la compañía tenía excelente récord.
“Nosotros somos los que facilitamos el viaje y conectamos a A con B”, explicó Boulanger. “Tengo que asumir cierta responsabilidad, pero desafortunadamente esto recae en sus espaldas [de RJ Diving]; ellos son los encargados del control y la seguridad de los buzos”.
Según Kline, tanto él como García estaban nadando en el área donde los había dejado el barco para ver los arrecifes coralinos y la fauna marina. El viaje permitía dos zambullidas de una hora cada una. A las 4:30, 55 minutos después de lanzarse al agua la segunda vez salieron a la superficie y el barco no estaba. Minutos antes se habían cruzado con otros buzos del paseo y no se habían alejado.
Pensaron que quizás algún pasajero habría tenido una emergencia y que otra embarcación vendría a recogerlos. Al cabo de un rato se dieron cuenta que los habían olvidado.
“Tratamos de mantenernos en buen espíritu, pero en esas situaciones uno piensa en la película Open Waters”, comentó Kline, refiriéndose a un famoso filme de horror basado en hechos reales que narra la historia de una pareja de buzos abandonada en un mar infestado por tiburones en las costas de Australia. “Si hubiera entrado la noche, la situación sería de pánico”.
Kline trabaja para una compañía hotelera y vino a Miami a participar en una convención empresarial sobre software de atención al cliente. Como el evento no comenzaba hasta el domingo de noche, quería aprovechar un rato libre para bucear.
Con vasta experiencia en las aguas, Kline ha buceado en México, Hawai y las Bahamas, donde hasta se atrevió a dar de comer a los tiburones. Esta era la primera vez que lo hacía en Miami.
“No creo que haya una segunda vez”, afirmó.
Cort. El Nuevo Herald
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