Este diario se había abstenido hasta ahora de comentar el caso del Presidente enfermo. Una suerte de discreción y prudencia nos aconsejaba mantener ante el asunto como tema que atañe estrictamente a la privacidad del Presidente y a lo que oficialmente se informara sobre el alcance del cáncer que padece. De igual manera felicitamos la actitud de la MUD y demás sectores de oposición, que se han cuidado de hacer de la enfermedad de Chávez un tema de la controversia política. En verdad, el país político ha conservado una admirable compostura, limitándose a desear la pronta recuperación del primer mandatario. Pero éste ha observado una conducta exactamente opuesta, llena incluso de extravagancias, transformando el mal que lo aqueja en el centro de la vida del país.
Una cosa es cosa nada reprochable, por cierto mostrar fortaleza anímica y voluntad de vivir y otra muy distinta es dar a este empeño la dimensión de un fenómeno que intenta hacer girar la vida de la nación en torno a este, sin siquiera disimular o velar lo que a todas luces es evidente: el trasfondo electoral, el aprovechamiento de la enfermedad como palanca para apuntalar sus aspiraciones a la reelección.
Comenzando por el secretismo con el cual se ha manejado todo. Es insólito que hasta ahora no se haya producido un parte médico sobre el alcance y la naturaleza del cáncer que padece Chávez.
La tentativa del Dr. Salvador Navarrete de romper la coraza de silencio ha sido respondida por tres médicos del hospital militar que en lugar de dar un parte médico se limitaron a repetir lo que el propio Chávez dice de sí mismo: que está curado, afirmación que en su particular psicología espera sea acatada como un acto de fe. Si él dice que está curado quién lo dude es un apátrida. Esos médicos se limitaron a proteger el secreto, a mantener la opacidad que recubre todo el caso, yendo incluso más allá, en un ejercicio de adulancia repugnante, al describir el estado físico y mental del paciente.
El secretismo no es pura paranoia sino parte de toda una operación política de gigantesca manipulación del país. El descarado uso de la enfermedad para manipular la natural compasión del ser humano hacia el que sufre. El secreto permite cultivar la incertidumbre en torno al rol presidencial, no sólo como candidato sino como mandatario. ¿Está el Presidente en condiciones de ejercer su cargo con propiedad? Nadie lo sabe.
Él se complace en desvirtuar la razonable duda existente, apelando a conductas que, francamente hablando, ya lucen lamentables. ¿Está Chávez en condiciones de ser candidato presidencial? En este campo reina la desinformación más absoluta. No es un azar; para el presidente-candidato, es vital que así sea.
Que nadie se imagine que podría ceder la candidatura a otro de sus conmilitones. Piensa que eso sería fatal para su poder. Ese poder cada vez más frágil terminaría de derretirse si Chávez anunciara su retiro de la competencia presidencial. Por tanto no lo hará, a menos que, de no curarse realmente (cosa esta perfectamente posible), sea físicamente imposible asumir ese reto. Pero esta ya será otra historia.
Una cosa es cosa nada reprochable, por cierto mostrar fortaleza anímica y voluntad de vivir y otra muy distinta es dar a este empeño la dimensión de un fenómeno que intenta hacer girar la vida de la nación en torno a este, sin siquiera disimular o velar lo que a todas luces es evidente: el trasfondo electoral, el aprovechamiento de la enfermedad como palanca para apuntalar sus aspiraciones a la reelección.
Comenzando por el secretismo con el cual se ha manejado todo. Es insólito que hasta ahora no se haya producido un parte médico sobre el alcance y la naturaleza del cáncer que padece Chávez.
La tentativa del Dr. Salvador Navarrete de romper la coraza de silencio ha sido respondida por tres médicos del hospital militar que en lugar de dar un parte médico se limitaron a repetir lo que el propio Chávez dice de sí mismo: que está curado, afirmación que en su particular psicología espera sea acatada como un acto de fe. Si él dice que está curado quién lo dude es un apátrida. Esos médicos se limitaron a proteger el secreto, a mantener la opacidad que recubre todo el caso, yendo incluso más allá, en un ejercicio de adulancia repugnante, al describir el estado físico y mental del paciente.
El secretismo no es pura paranoia sino parte de toda una operación política de gigantesca manipulación del país. El descarado uso de la enfermedad para manipular la natural compasión del ser humano hacia el que sufre. El secreto permite cultivar la incertidumbre en torno al rol presidencial, no sólo como candidato sino como mandatario. ¿Está el Presidente en condiciones de ejercer su cargo con propiedad? Nadie lo sabe.
Él se complace en desvirtuar la razonable duda existente, apelando a conductas que, francamente hablando, ya lucen lamentables. ¿Está Chávez en condiciones de ser candidato presidencial? En este campo reina la desinformación más absoluta. No es un azar; para el presidente-candidato, es vital que así sea.
Que nadie se imagine que podría ceder la candidatura a otro de sus conmilitones. Piensa que eso sería fatal para su poder. Ese poder cada vez más frágil terminaría de derretirse si Chávez anunciara su retiro de la competencia presidencial. Por tanto no lo hará, a menos que, de no curarse realmente (cosa esta perfectamente posible), sea físicamente imposible asumir ese reto. Pero esta ya será otra historia.
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