No queremos hacer aquí un análisis de las elecciones españolas del domingo que tanto cambiaron el panorama de la madre patria. Otros lo harán con más destreza que nosotros, sobre todo los propios españoles. Pero sí quisiéramos sacar un par de conclusiones que nos atañen, a nosotros y de rebote al planeta entero.
Chávez ha incorporado a sus letanías ideológicas, cada vez más aburridas y mustias, el sonsonete de que el norte del planeta, más o menos los países capitalistas desarrollados, andan en el dolor: pobreza, desempleo, desesperanza a causa de la apocalíptica crisis del capitalismo mundial. En cambio en la Venezuela socialista, andamos progresando y haciendo cada vez más feliz a nuestro pueblo. Si a esto sumamos que fueron los españoles los que inventaron eso de los indignados y, ciertamente, mucha gente salió a la calle a hacer bulla, que no violencia, en las mayores de sus ciudades, el cuadro del pueblo martirizado insurgiendo contra el yugo capitalista estaba mandado a hacer.
Pero resulta que tanta justificada indignación (producto de una crisis inocultable con millones de desempleados, déficit, una deuda abrumadora, etc.) se canalizó, no como dicen los manuales o el cerebro manualesco de Chávez hacia los mañanas que cantan del socialismo, sino abrumadoramente hacia una derecha, democrática por cierto, pero entre las más oscuras de Europa, oliendo todavía a sacristía franquista. El mandatario de Miraflores debería caer en cuenta de que sus misas negras ideológicas no funcionan muy bien en un mundo tan pragmático, como además lo demuestra el rechazo reiterado en las encuestas locales cuando se le pregunta al interrogado por Cuba, el marxismo o la propiedad privada. Porque es muy probable que los españoles hayan pensado que si de manejar billetes se trata, quién mejor que los que los han atesorado toda la vida. Y, seguramente, más allá de etiquetas partidarias, la casa le cayó encima a quienes estaban en el gobierno como Papandreou o Berlusconi y los que vendrán.
En segundo lugar, el presidente Chávez ha optado por no intervenir, como es su costumbre, en el debate electoral, ni siquiera por tratarse del abominado PP, con el golpista y carmonista Aznar adentro y unas futuras relaciones muy poco promisorias en que probablemente no se permitan las alcahueterías impropias de Zapatero y el inefable Moratinos. Un prudente comunicado de la Cancillería que felicita el espíritu democrático del pueblo español y aboga por sanas vinculaciones diplomáticas es lo único que ha salido a la luz. Es probable que el caso Santos le haya enseñado al gobierno lo conveniente que es un buen matrimonio con la derecha, así tenga que traicionar a los compañeros de las FARC, con quienes se tuvo tantas pasiones.
Si el Presidente al menos digiriera parte de estas lecciones de la política real y de los cálculos economicistas algo ha bríamos avanzado en salir del pajonal verbal que nos abruma y encadena.
Chávez ha incorporado a sus letanías ideológicas, cada vez más aburridas y mustias, el sonsonete de que el norte del planeta, más o menos los países capitalistas desarrollados, andan en el dolor: pobreza, desempleo, desesperanza a causa de la apocalíptica crisis del capitalismo mundial. En cambio en la Venezuela socialista, andamos progresando y haciendo cada vez más feliz a nuestro pueblo. Si a esto sumamos que fueron los españoles los que inventaron eso de los indignados y, ciertamente, mucha gente salió a la calle a hacer bulla, que no violencia, en las mayores de sus ciudades, el cuadro del pueblo martirizado insurgiendo contra el yugo capitalista estaba mandado a hacer.
Pero resulta que tanta justificada indignación (producto de una crisis inocultable con millones de desempleados, déficit, una deuda abrumadora, etc.) se canalizó, no como dicen los manuales o el cerebro manualesco de Chávez hacia los mañanas que cantan del socialismo, sino abrumadoramente hacia una derecha, democrática por cierto, pero entre las más oscuras de Europa, oliendo todavía a sacristía franquista. El mandatario de Miraflores debería caer en cuenta de que sus misas negras ideológicas no funcionan muy bien en un mundo tan pragmático, como además lo demuestra el rechazo reiterado en las encuestas locales cuando se le pregunta al interrogado por Cuba, el marxismo o la propiedad privada. Porque es muy probable que los españoles hayan pensado que si de manejar billetes se trata, quién mejor que los que los han atesorado toda la vida. Y, seguramente, más allá de etiquetas partidarias, la casa le cayó encima a quienes estaban en el gobierno como Papandreou o Berlusconi y los que vendrán.
En segundo lugar, el presidente Chávez ha optado por no intervenir, como es su costumbre, en el debate electoral, ni siquiera por tratarse del abominado PP, con el golpista y carmonista Aznar adentro y unas futuras relaciones muy poco promisorias en que probablemente no se permitan las alcahueterías impropias de Zapatero y el inefable Moratinos. Un prudente comunicado de la Cancillería que felicita el espíritu democrático del pueblo español y aboga por sanas vinculaciones diplomáticas es lo único que ha salido a la luz. Es probable que el caso Santos le haya enseñado al gobierno lo conveniente que es un buen matrimonio con la derecha, así tenga que traicionar a los compañeros de las FARC, con quienes se tuvo tantas pasiones.
Si el Presidente al menos digiriera parte de estas lecciones de la política real y de los cálculos economicistas algo ha bríamos avanzado en salir del pajonal verbal que nos abruma y encadena.
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