En la Feria de Libro, una buena iniciativa gubernamental, se ve empañada por el sectarismo. El puesto que más nos llamó la atención fue el que montó la Defensoría del Pueblo. Estaba rodeado de reproducciones de la prensa de la época preEsteban en las que se denunciaban violaciones a los derechos humanos. Debe ser que Gabriela Ramírez sólo tiene un “contacto con la realidad” a través del sistema de medios, que no informan estas cosas
SIMÓN BOCCANEGRA/NDO/TalCualDigital
El sábado visitamos la Feria de Libro, una buena iniciativa gubernamental que, sin embargo, se ve empañada por el sectarismo que los caracteriza y que impide la presencia de sellos editoriales como los de El Nacional.
Vimos a Luis Britto García firmando autógrafos con una mano, mientras con la otra sostenía el último libro de José Vicente Rangel, que por el título ya se puede afirmar que es otra jalada monumental al ego del comandante-presidente. También vimos al ministro Jorge Giordani acompañado de su homólogo Pedro Calzadilla, dando una vuelta por la feria.
La emisora Alba Caracas transmitía desde el sitio un programa donde alguien elogió el trabajo de Luis Mariano Rivera. También paseaba entre libros Francisco Solórzano, Frasso. En el stand del Correo del Orinoco se regalaba un afiche de Chacumbele así como otro tipo de publicaciones con loas al proceso y su líder máximo. Vimos la oferta de los cubanos, poco visitada y también la del Ipasme con mucha propaganda para la “revolución”.
Sin embargo, el puesto que más nos llamó la atención fue el que montó la Defensoría del Pueblo. Estaba rodeado de reproducciones de la prensa de la época preEsteban en las que se denunciaban violaciones a los derechos humanos. Una de las primeras daba cuenta de la muerte de cuatro reclusos en el retén de Catia. Otro del hacinamiento carcelario. Pero no había ninguna que reflejara la situación de los presos hoy en día.
Debe ser que Gabriela Ramírez sólo tiene un “contacto con la realidad” a través del sistema nacional de medios públicos, que no informan estas cosas.
Otra posibilidad es que la defensora del puesto sea rematadamente tonta y crea que los venezolanos son tontos como para creerse que los derechos humanos se violaban en el pasado pero no en el presente. La percepción que tiene la mayoría de los habitantes de este país difiere mucho de la que tiene la defensora de Chacumbele.
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