Por: Teodoro Petkoff/TalCualDigital
¿Golpe de Estado? ¿Vacío de Poder? Diez años después, el debate se mantiene, aunque ya muy mitigado por el fastidio del cual da buena cuenta esta melancólica "celebración" del 11 de abril y por la absoluta inanidad del mismo
¿Ya qué más da? Incuestionablemente, entre el 11 y el 12 de abril de 2002 tuvo lugar un golpe de Estado. El Presidente fue depuesto por la fuerza, al margen de todo procedimiento previsto en la Constitución. Cierto es que durante los breves años que antecedieron al golpe Chávez hizo todo para tenderle la cama a los golpistas. No hubo error que no cometiera, ni provocación que no soltara, con lo que rápidamente los venezolanos habríamos de descubrir que constituía su "estilo": la agresividad sin motivo, el insulto en lugar del argumento, la procacidad y la falta de respeto con todo el que se le pusiera a tiro con posturas distintas a las suyas. Allí se encontraron el hambre con las ganas de comer. La oposición que podríamos llamar "de hecho", compuesta por factores de poder económico, mediático y militar, asumió la dirección de la lucha contra Chávez, mientras los partidos políticos, literalmente pulverizados desde su derrota en 1998, eran espectadores, impotentes las más de las veces, sin control alguno sobre la situación.
El dominio de los poderes fácticos, encontró en el estilo de Chávez y en sus constantes amenazas, el pretexto perfecto para armar la conspiración, bajo el signo de una política de revancha, con un decidido sesgo nostálgico por el reciente pasado, que Chávez había venido a trastocar. Sin embargo, explicar el asunto no es justificarlo. Lo condenamos entonces y mantenemos la misma posición hoy.
Pero lo que perduró de aquellos polvos, fueron los lodos de la obsesión de Chávez, el golpista más flagrante de la segunda mitad del siglo XX, por comparar "su" golpe, el 4F, con el 11A. La historia se reescribe para darle cartas de nobleza y transformar a una vulgar asonada estrictamente militar, sin apoyo de calle ni participación de sectores civiles, en "actos de rebelión popular", en tanto que los acontecimientos del 11A, producidos en medio de las mayores movilizaciones populares opositoras de nuestra historia y en un clima político que olía a pólvora, son satanizados incesantemente como golpismo mondo y lirondo.
El 4F, según Chávez, se vale porque no fue un golpe sino una "rebelión"; el 11-12A, no, porque fue un banal golpe de Estado. Mientras esta visión caprichosa y dicotómica de la realidad sea mantenida, se dificultará cualquier aproximación entre las dos Venezuelas. Basta ya. Fueron dos golpes, y como tales completamente inaceptables.
En los días que corren flota en el ambiente un extraño llamado al "diálogo", que tiene protagonistas en ambos bandos. Las encuestas revelan que la inmensa mayoría del país lo desea, porque quiere paz y está cansada y aburrida de la camorra permanente.
La posibilidad de un eventual encuentro para descrispar el país y anticipar el tratamiento que las dos Venezuelas tendrían que dar a la crisis que podría desatar la suerte que corra el enfermo Presidente, se beneficiaría mucho de la eliminación de debates bizantinos como el que tuvo lugar el martes pasado en la Asamblea Nacional a propósito del 11A y que ya no es sino historia mal confeccionada y vulgarmente partidaria, pero que dificulta ese deseable encuentro con la paz y la prudencia políticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario