El último abril. A Rafael Poleo, a propósito de tu columna Péndulo publicada el 9 de mayo de 2012 en El Nuevo País, la cual reproducimos en la página 9 de esta edición). Apreciado amigo, te he leído con detenimiento y créeme que si no te conociera juraría que eres un carmelita descalzo, por lo tanto, no me mueve otra cosa que no sea responder a la desmemoria, una práctica tan afincada en Venezuela y ahora presente como un deslave en tu Péndulo del pasado miércoles. No sé por qué, pero, al leer el título de tu crónica traje a mi mente el nombre de Miguel Ángel Quevedo. Se trata del editor de la revista Bohemia cubana.
Quevedo se suicidó un día de agosto de 1969, antes escribió una dramática carta a su amigo Ernesto Montaner. Pues bien, fíjate Rafael, que al concluir la lectura de tu Péndulo, me convencí de que estás muy lejos de calzar los puntos de Miguel Ángel (al menos en cuanto a testosterona); él tuvo el valor de quitarse la vida para ser fiel en palabra y obra a su anticomunismo. Cuando hago hincapié en la desmemoria nacional, y en particular de la que haces gala, es porque tengo la impresión de que te aprovechas de ella para emboscar a cualquier lector por demás desconocedor de los entretelones de tu cuento. Narras sobre “aquel muchacho flaco y animoso” que hace 18 años te visitó en tu oficina, pero no dices que fuiste quien movió cielo y tierra para visitarlo en el hospital militar días antes de que saliera indultado por Caldera. Por aquel tiempo, advirtiendo su influjo sobre las masas, jugaste a que Chávez fuera para ti una especie de marioneta, y por eso lo invitaste a tu periódico y le diste espacio a una columna suya. Me imagino que era una forma de congraciarte con su persona, buscando sí el momento oportuno para atrapar a quien entonces subestimabas. Qué de cosas no ingeniaste, incluso llegaste a convertirte en una reedición viviente de La celestina buscándole periodistas que lo amancebaran y por ello no tuviste rubor cuando actuaste como el hacendado que ofrece su doncella al político en quien advierte un futuro promisorio. ¡Ay de aquel a quien se le ocurriera criticar a Chávez en tu periódico! Pero bien, Rafael, eso no es lo que me importa a la hora de refrescar tu memoria, quiero y me propongo desmontar ese papel de cura del Medioevo que, a pesar de ser un impío y un ladrón, se esmeraba por aparecer ante los demás como casto y desafecto al dinero ajeno. Acepto que has dedicado los últimos 16 años a escribir lo que se te ocurra para combatir, cual partisano, al déspota que te quita el sueño, vamos a admitir tu empeño para que no te arreches, pero eso sí, no pude evitar una carcajada cuando leo que en ello has gastado las últimas monedas que van quedando en tu bolsillo; amigo, me pregunto, por ejemplo, entre otras cosas, de dónde sacaste en estos años el dinero para comprar dos quintas para transformarlas en una sola en la más costosa urbanización de Caracas. No me vengas a decir de lo que te quedó de Recadi porque de eso hace ya bastante tiempo. No vale, lo obtuviste de tus negocios con el Gobierno que dices odiar. Ahora, me importa un comino tu fijación con Chávez porque estás en el derecho de escoger la debilidad que mejor te plazca, pero sí me ofende que califiques a Venezuela, de la forma como lo haces en tu crónica. Me imagino que para ti la patria es obtusa porque el común no tiene acceso a traficar con armas; incompetente porque no acepta a las concubinas redentoras; estúpida porque no cuenta con el dinero de mal habidas transacciones de dólares, a la sombra de un Miraflores rendido ante la cortesana de turno; inhábil porque no viaja en los jeeps de aquel ministro amigo tuyo. Deduzco que cuando hablas de gente de baja moral y pésimo criterio, no te refieres a tu columnista Corresponsal del amor, sino al de Ahora es así, el mismo ladrón que se fue huyendo tras apropiarse de los recursos para construir una carretera, o al “valiente” ese que en tu periódico escribe Adónde vamos, aquel que se arrodilló ante los sublevados del Barcelonazo para luego fusilarlos cuando los supo vencidos. Sí, apreciado Rafael, allí, entre ellos, está la gente de baja moral y pésimo criterio. Culta y no absentista es para ti la clase política lameculos del comisario Betancourt, nuestro non plus ultra criollo de la izquierda trotskista de 1938; Quevedo, en su carta de despedida, se queja amargamente de Rómulo y le recrimina que lo haya abandonado a su suerte. Así es la vida, Rafael. Presumo que pueblo beodo es aquel de las históricas curdas de Pinto a Santa Rosalía, en donde el desenfreno no sólo amparaba a escenas que harían morir de envidia a Fellini, sino que, además, te sirvió para convertirte en el monopolizador del papel en la danza de los dólares durante la Venezuela arponeada por Recadi. “Mala madre de malos hijos”, admito tu propósito de enmienda, eso sí, sin consentirte que llames así a la autora de tus días. El devenir de tu crónica es un Yo pecador. Tu hermosa democracia burguesa fue precisamente la que te consintió usufructuar el dinero del país sin pasar por pillo; ese sistema que te permitió vestirte de frac sin que por ello se notara tu conciencia de harapos. Cosas del subdesarrollo, diría un sociólogo de los 70. Tu democracia burguesa disfrazaba a la gente del pueblo para que en sus saraos sirviera de mesonera; aquella que con blanco delantal le daba elegancia a tu trasnochada tendencia de creerte mantuano. Te refieres a sus presidentes respetuosos de sí mismos y de sus compatriotas, me conjeturo que aludes a aquellos que se valían de la oscuridad en Miraflores para pagar con ascensos militares los favores sexuales proporcionados por mujeres que ansiaban ver a sus maridos promovidos a generales. Puntualizas sobre los ciudadanos conscientes de sus derechos; infiero que los de tu hermosa democracia burguesa eran los que desfilaban los 1 de mayo con cabillas envueltas en papel periódico. Eso que tú describes como taller de artesano de periódicos, en verdad, no pasa de ser una morisqueta, un local sucio y hediondo donde, pistola en mano, jugabas a la tiranía, presumiendo del más absoluto desprecio por los trabajadores. Hiciste las veces de bolchevique cuando te marchaste huyendo del gobierno de CAP y desde Miami endulzaste a tus tinterillos (algunos de ellos hoy meseros de este Gobierno), que deslumbrados vieron en ti a un revolucionario, para después caer en cuenta de la manipulación, todo cuando vino la huelga donde desafiaste la normativa jurídica y los echaste a la calle sin pagarle sus prestaciones sociales. Ahora, estimado amigo, vuelves por tus andanzas con este Miami Parte II. Vamos a llamarte mitómano por no decirte embustero; ahora resulta que todo el país llegó a suplicarte que hablaras con el presunto verdugo para hacerlo volver al camino de tu hermosa democracia burguesa. No pongo en duda que varios de los cuales mencionas en tu último abril hayan estado muy relacionados contigo, porque en fin de cuentas sin ellos no habrías podido abultar tu bolsillo existencial. Veo que vuelves a disfrazarte y hablas de pillaje impune como si nada tuviera que ver contigo. ¡Y qué decir de los guerreros de butacas! Bueno, quien quita y tienes razón, tu experiencia se puede resumir en algo similar, diría yo, en un pistolero de oficina. Rafael Poleo. “Poleíto”, como, con razón o sin ella, te llamaba Efraín de la Cerda, el propietario del ánima arrecha flota en tu “taller de artesano”, esperando el momento de tu rendición de cuentas. Bienaventurado Rafael, cronista inmortal, me gusta que al menos tengas claro que no debes escupir sobre una tumba, sea de quien sea, porque lo más seguro es que te llueva un temporal de saliva. Igual me parece sensato que no recuerdes a más enemigos porque el teatro está completo. En cuanto a lo de llorar un poco, te sugiero que no se te olvide tener a mano un lacrimatorio. Creo que si en verdad has sido franco en tu Yo pecador, entonces no te queda sino seguir el ejemplo de Miguel Ángel Quevedo; por lo demás no te preocupes, indaga por otro Montaner que te reciba la carta. Ojalá que cuando te llegue tu último abril sepas perdonar con los brazos en cruz sobre tu pecho, no sólo al otrora muchacho flaco y animoso, sino a todos tus compatriotas, para que ellos también te perdonen el mal que puedas haberles hecho. Qué más te puedo decir sino que, de todas maneras, se te aprecia igual. No puedo concluir sin recomendarte que te desprendas de todo resentimiento porque odiar merma la salud y tú mejor que nadie sabes que en tu hermosa democracia burguesa lo mejor es no enfermarse, por dos razones: una, la medicina pública no funciona; dos, en la privada te inventan enfermedades para sacarte los ojos. Saludos, apreciado Rafael, sigue escribiendo.ONDA. ¿Será cierto que ante la ONU, el Gobierno de El Congo realiza los trámites para demandar a Venezuela como Estado narco terrorista? ¿Será cierto que el motivo del asunto radica en el presunto secuestro en una cárcel venezolana de un diplomático africano a quien señalan como comprometido en un alijo de drogas decomisado en una localidad venezolana? Si estas interrogantes tienen una respuesta afirmativa entonces estaremos en la víspera de un nuevo escándalo.
ESTAFAS. Una reciente investigación arroja conclusiones acerca de una sobrefacturación de bienes y servicios a empresas del sector eléctrico del Estado y en consecuencia daños patrimoniales en el orden de cien millones de dólares, todo en comisiones repartidas entre los comprometidos. En efecto, se autorizó la adquisición de bienes a una empresa del Estado por un precio que ascendía a doscientos millones de dólares cuando el costo real era cercano a la mitad del valor facturado, todo ello se hizo bajo un mecanismo de blanqueado de capitales. Entre los comprometidos están dos ciudadanos estadounidenses y un traficante de armas, todos ellos de origen venezolano y con prontuarios de estafas bancarias en perjuicio de varias entidades financieras. Este grupo se aprovechó de sus posiciones para estructurar la operación a espaldas del banco para el que trabajaban, logrando comisiones cercanas a los diez millones de dólares. No obstante, los mecanismos de seguridad interna del banco detectaron movimientos irregulares que motivaron una averiguación interna que trajo como consecuencia la destitución de los empleados, presuntamente incursos en el delito. Las averiguaciones continuaron arrojando un entramado de compañías y la constitución de un registrado en el paraíso fiscal de la isla de Dominica y sus filiales off shore, y en Estados Unidos. Las pesquisas llegaron hasta los nuevos “magnates” tras detectarse varias lujosas oficinas para sus compañías en la isla Dominica, en Caracas y Miami. En Caracas se localizan propiedades en La Castellana, La Lagunita y el Caracas Country Club. En Estados Unidos se ubican adquisiciones en el Jockey Club de Miami y un chalet en la famosa estación de esquiar en Colorado, además de avión Lear Jet. Hoy día, la mayoría de los depósitos que maneja por una cuestionada entidad bancaria en Dominica, son de altos funcionarios públicos venezolanos, o de familiares y personas relacionadas, apareciendo bajo la clasificación de PEP (Politically Exposed Person), lo cual indica que estarían siendo investigados por pesar una calificación de “oscuro origen de sus fondos”.
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