ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
Las recientes referencias selváticas del presidente Chávez pueden llamar a engaño, en la medida en que quiera uno detenerse en la parte pintoresca o rudimentaria del discurso sin considerar cómo puede atraer la atención del público debido a la conexión que ha establecido previamente con él.
La frase del jefe del Estado sobre Tarzán y la mona Chita, pronunciada hace poco para negar las posibilidades de victoria de la oposición en la elecciones presidenciales, es una muestra cabal de una forma exitosa de comunicación frente a la cual no caben los reproches de los amigos de la oposición, especialmente de los que se muestran como cultivados o civilizados, si pretenden descalificarla sin alternativa de redención. Hagamos un breve rodeo sobre el asunto, a ver qué sacamos de provecho.
En primer lugar, la frase puede ser un testimonio absoluto de tontería debido a que se puede refutar con una simple reacción que no deje lugar a las réplicas. "La oposición sólo ganará las elecciones cuando Tarzán y la mona Chita desfilen en la Plaza Caracas", dijo para retar a sus adversarios. Perfecto, más fácil no se la pudo poner a los contrincantes: basta con enviar a un musculoso joven hacia el lugar mencionado, con el maquillaje de rigor y acompañado por un chimpancé, o por algún macaco que se le parezca, para poner en su sitio a quien tuvo la idea del trivial desafío. Puede ser la esperada conclusión de una balandronada, la bombita esperada para sacarla del campo, si no se tuviera que cortar previamente alguna tela para dar por terminado lo que, en principio, es sólo una escaramuza propia de las campañas electorales y frente a la cual apenas cabe una indulgente sonrisa, sin necesidad de rasgarse las vestiduras. De salidas como estas están llenas las justas por la Presidencia que en el mundo han sido. A menos que los dirigentes de la campaña adversa se tomen en serio la pretendida bobera y no sepan responder en el correspondiente tono, lo cual remitiría a situaciones susceptibles de cuidado por la falta de reacciones adecuadas, que es mejor no menear en esta oportunidad para no pasarnos de críticos con los amigos a quienes respaldamos en el manejo de un autobús en cuyos asientos ya estamos apoltronados y con ganas de llegar a la anhelada meta.
Pero la frase se las trae, debido a su intimidad con el léxico venezolano y a que no se requiere ninguna explicación para entender exactamente lo que quiso decir frente al público venezolano. Es una negación sin necesidad de explicación, una breve objeción rotunda que se toma o se deja porque no queda más remedio, porque no obliga a quebraderos de cabeza, a menos que nos convirtamos en eruditos a la hora de analizar los mensajes de una campaña en la cual, para bien o para mal, hasta ahora las cosas han dependido de lo que diga o calle el presidente-candidato, especialmente desde que ha distanciado sus apariciones debido a los escollos de su enfermedad. Como ahora ha perdido la ubicuidad de siempre y como, cuando lo vemos apenas un rato, no pescamos lo que queremos sacar de veras de su facha de paciente estelar, nos dedicamos a seleccionar algunas de sus palabras para convertirlas en pasto de la crítica mientras la providencia dispone otra cosa. En el caso de los dichos sobre Tarzán y Chita tal vez convenga hacernos los disimulados, no vaya a ser que nos convirtamos en catedráticos sin alumnos mientras el fabricante de una expresión para la cual no se necesita un derroche de ingenio se sale de nuevo con la suya.
Por último, debemos considerar las razones por la cuales el presidente-candidato saca provecho de sus "ocurrencias". Es evidente que, desde hace ya más de una década, le gustan a un auditorio numeroso. Además, no deja de ser cierto que forman parte de una oferta en cuyos contenidos cree la gente porque, pese a lo que digamos desde la otra orilla, juzga que reflejan una realidad incontestable. Cree en ellas a pie juntillas porque considera que ya muchas se han convertido en realidad, aunque apenas circulen en el universo de las fantasías. O porque simplemente quiere creer, debido a que nadie le ha probado su militancia en una absurda credulidad. No dudan de que existen, pese a que habitualmente nadie las encuentra. Mezcla de insensatez y cordura, de cálculo e improvisación, de anzuelos afilados y carnadas apetitosas, de manipulación y curiosas estadísticas, de diversiones y celadas oportunas, de lecturas adecuadas de las circunstancias cuando se avecina una tempestad, de elementos deleznables y búsquedas de igualación social que calan en el ánimo de la colectividad, de aciertos indudables ante las vacilaciones del contrario, son ingredientes fundamentales de una receta discursiva que no se puede descalificar de buenas a primeras por una frase suelta que sirve para parapetarse en una encrucijada que necesita respuestas capaces de convencer a los electores. El fabricante de frases sabe lo que hace, y lo hace bien. Maneja a su antojo un conjunto de vocablos que casi siempre le han dado resultado. Tarzán y la mona Chita no pueblan a solas el discurso presidencial. Los acompaña una fauna de variado pelaje, que no incluye únicamente a la que propone en su palabrerío y a quienes celebran la presencia de nuevos especímenes en el zoológico. Si no nos damos cuenta de la situación, muchos analistas de la oposición mereceremos una pormenorizada taxonomía mientras nos llevan a hacer cola en el despacho del taxidermista.
eliaspinoitu@hotmail.com
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