CIUDAD DEL VATICANO (AP) — Una multitud entusiasta acompañó el martes al papa Francisco durante la misa de inauguración de su papado en una plaza San Pedro bañada por un tibio sol que preanuncia la primavera europea.
La marea humana cubrió no sólo la gigantesca y hermosa plaza, sino también la amplia vía de la Conciliación, que une Roma con el Vaticano.
Con numerosas banderas que no cesaron de ondear, con gritos de ¡viva el papa! y carteles, los fieles participaron activamente en la misa pública a la que asistieron 132 delegaciones oficiales provenientes de todo el mundo y más de 200.000 personas.
Terminada la misa, la gente permaneció en la Plaza de San Pedro como si no quisiera que terminara una ceremonia que con seguridad no olvidará en su vida.
A pesar que se trata de un viaje largo y caro, fueron numerosos los argentinos que desoyeron al pontífice —que los invitó a no quedarse en casa y dar a los pobres el dinero que gastarían en el viaje— y corrieron a tomar el primer avión que los trajo a Italia.
Ana María Carvallo, de 39 años, se vino del aeropuerto Fiumicino al Vaticano ya que "no podía perderme esta ceremonia porque yo trabajo en Buenos Aires, en Cáritas, y estuve mucho tiempo muy cerca del papa".
"Es una alegría muy grande para Argentina, para América Latina y para una que compartió muchas cosas cotidianas con él, así que valió la pena este sacrificio económico y lo decidí de un día para otro", contó.
"El nos pidió que no viniéramos, que le diéramos la plata a los pobres, pero esta vez no le hice caso y me di este regalo de estar aquí en Europa, donde nunca había estado, y porque sé que no lo podré ver de nuevo por mucho tiempo", dijo.
"Aquí nos han preguntado si el papa es así, como se le ha visto en estos días, modesto, sencillo, y yo les digo, si, es así, y más también", manifestó.
Marcos Ramírez, de 41 años, es de Resistencia en el norte de Argentina. Vive en Milán y llegó hasta el Vaticano con un cartel donde está escrito "La herida sigue abierta", que "es lo que dijo el papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires al volver los soldados de las Malvinas".
Señaló que le "pareció espectacular" que la presidenta argentina, Cristina Fernández, le hubiera pedido la mediación al papa por las islas Malvinas, "porque es una herida que tenemos abierta los argentinos".
Ramírez dijo que no tuvo una participación directa en esa guerra con Gran Bretaña por el control del archipiélago, "pero tengo amigos y vecinos que participaron, por lo tanto, no quiere decir que no lo pueda recordar".
Patricia Dasten, de 50 años, también vino directamente de Buenos Aires, "a pesar que me costó caro porque las compañías de aviación se aprovecharon y aumentaron los precios de los pasajes".
"Pero quería estar acá porque es una ocasión muy linda para Argentina y para América Latina, que alguien la represente, con un pensamiento más cercano a la gente sencilla, como tenemos en nuestra región", expresó.
La chilena Carmen Gloria Soto, de 58 años, aseguró que es un día inolvidable para todos, especialmente para Sudamérica.
"Yo vivo en Roma desde hace 34 años, pero nunca había visto un espectáculo como este", afirmó.
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