JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO) | EL UNIVERSAL
Tengo una tesis difícil de explicar. Peor aún, cuando la comparto, resulta muy peliaguda de entender y digerir. Quienes me han escuchado, primero se sobresaltan, pelan los ojos, como decimos en criollo, se agitan presos de la contrariedad y luego van cayendo en cuenta que, quizá, mi teoría tiene sentido.
Vengo insistiendo que a todos nos conviene que gane Maduro. Sí, así como lo están leyendo. Reconozco que cuesta entenderlo; pero mi planteamiento tiene unos argumentos que quiero compartir con ustedes.
Por eso, les pido que, antes de precipitarse a emitir un juicio, me permitan explicarles por qué, desde que se suscitaron estos acontecimientos que nos ponen frente a unas nuevas elecciones, digo que es conveniente que Maduro sea el próximo presidente de Venezuela.
Maduro tiene que ganar para que él solito se estrelle. Sólo con su triunfo lograríamos el final de una etapa nefasta. Su triunfo, a mi juicio, no sería más que el principio del anhelado fin que daría oportunidad al nacimiento de una nueva época. El verdadero cambio que todos los venezolanos aspiramos y que nos encaminaría, producto de las duras lecciones aprendidas, a la reconstrucción de una nación que está despedazada.
La victoria de Maduro ocasionaría el desvanecimiento paulatino de una utopía, de una farsa que sin Chávez es insostenible y que se llamó Socialismo del Siglo XXI. Maduro no podrá con lo que le viene. ¡Y por eso merece ganar! Algunos podrían refutar mi tesis –como de hecho ya ha ocurrido– diciendo que, por el contrario, es la oportunidad de oro que tiene la oposición para ganar las elecciones; porque, de no ser así, el chavismo agarrará fuerzas. Tomará un nuevo aire que los perpetuará en el poder. Y yo les insisto que no es lo conveniente. No es el momento de la oposición. Si Maduro gana, al cabo de dos años de mandato (aventurándome a ponerle fecha), se acaba el chavismo.
¿Y por qué lo digo? Nicolás se estrellará porque la política de su gobierno-Estado acentuará la exclusión y la polarización. Esto generará una fuerte crisis en el sistema democrático; lo que a su vez propiciará un escenario para el cambio en la correlación de fuerzas. Y es que no sólo será su política de Estado: Maduro excluirá a todos los que se le opongan, y en este saco caerá hasta la gente de su tolda que no comulgue con él.
Nuestro evidente deterioro democrático pide a gritos la pluralidad de ideas y balance en las tendencias. La democracia se alimenta de pensamientos distintos, capaces de cohabitar en el espacio donde se debaten. No necesitamos más discursos aireados y vehementes: necesitamos oxigenar la democracia; pero por un interés valorativo a favor de la gente. No de una parcialidad política. Como sociedad, requerimos con carácter de urgencia soluciones efectivas y justas en los problemas cotidianos. Y eso no lo representa Maduro.
Este no es el mejor momento para la oposición. El chavismo tiene que tocar fondo y fracturarse. Y eso, irremediablemente, sólo ocurrirá si Maduro gana. Porque, si sucede lo contrario, si ganase Capriles, al cabo de tres meses el chavismo lo tumbará porque el Estado continuará siendo chavista y no habrá ocurrido el desgaste, el deterioro, el hastío, el "desamor", el desastre que ocurrirá en el mandato de Nicolás. El Estado, de resultar Capriles electo, seguirá siendo rojo rojito, y ese es el armatoste que se debe desmontar. Y para que Capriles o cualquier otro opositor logre esto, debe cerrarse un ciclo que sólo concluirá al ganar Maduro. Complejo, ¿no?
Mientras ¿qué debe hacer la oposición? Primero, entender que Maduro es sólo una transición; trabajar para recuperar y acumular fuerzas –eso sí, desvinculados de los viejos esquemas que los llevaron de derrota en derrota. La oposición tiene que cohesionarse para "invadir" los espacios de los que, a lo largo de 14 años, fueron desplazados.
Debemos adoptar una actitud de colaboración crítica que se encamine a la búsqueda del bien común. No podemos evadir la responsabilidad propia porque es la que nos permitirá comprometernos con las aspiraciones de todos los venezolanos. Esa también es una manera de luchar. Tenemos que pensar que no sólo el voto es democracia. Para poder darle ese peso específico a algo tan simbólico como votar, primero debemos restaurar el Estado de Derecho. Es lo primero que deberíamos hacer antes de ir a unas nuevas elecciones; porque, con el escenario actual, con estas reglas de juego vigentes, Capriles tiene todas las de perder.
Hay que recuperar la democracia. Y eso no es algo que ocurrirá con tan sólo ir a votar. El 15 de abril, cuando tengamos los mismos resultados del 7 de octubre, no debemos "ir a llorar p'al Valle" sino comenzar a trabajar para restablecer el hilo constitucional que es el que hará que Maduro caiga solito, porque ni el petróleo ni los cubanos podrán sustentarlo. Entonces será el momento del país democrático. Así que déjenlo solo, solo, solito...
usted no sabe lo que dice, si gana maduro se peerpetuan mas en el poder y hacen lo que les de la gana popndran presos a m uchos la corrupción será peor, devaluaran más la moneda etc. etc. que el diablo se haga el sordo, que gane Capriles dios mediante
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