Sea por adoctrinamiento o mimetismo, patrones ideológicos y organizativos de La Habana han sido implantados en Venezuela. Se vocea Patria, Socialismo o Muerte en organizaciones populares, instituciones del Estado y la Fuerza Armada
ARMANDO CHAGUACEDA/TalCualDigital
En los últimos años, el régimen democrático codificado en la Constitución de 1999 se ha venido sustituyendo, desde el Gobierno nacional, por un proyecto hegemónico que reduce la soberanía popular a la celebración de periódicas -y desequilibradas- disputas electorales y atenta contra el estado de derecho encarnado en leyes e instituciones.
Así, la anatomía democrática es suplantada por una fisiología autoritaria que erosiona, sin suprimir de jure, los fundamentos mismos de la soberanía popular.
Avanza la consolidación de un régimen híbrido donde el componente militar predomina sobre el civil-, con espacios democráticos -elecciones, prensa, oposición, manifestación- acotados y con un empresariado y sindicatos leales al oficialismo.
Para este esquema -y en la actual coyuntura- el aporte cubano es crucial. Sea por adoctrinamiento o mimetismo, patrones ideológicos y organizativos de La Habana han sido implantados en Venezuela. Se vocea Patria, Socialismo o Muerte en organizaciones populares, instituciones del Estado y la Fuerza Armada.
Especialistas y tecnologías cubanos en propaganda, control de comunicaciones y bases de datos otorgan al oficialismo una suerte de paquete llave en mano de hegemonía política, dándole ventajas decisivas -que se suman a la colonización de poderes del Estado y la subordinación de la sociedad civil popular- sobre sus adversarios; sin romper, en toda la línea, las reglas formales de la democracia.
Hoy, a los médicos generosos que salvan vidas en barrios pobres de Caracas hay que añadir el oficial que registra tu llegada en Maiquetía o el "asesor" que implanta la ideologización en programas culturales y educativos.
Tristemente, semejante situación, en lugar de hermanarnos en la resistencia popular frente al infortunio -como aludía hace poco Gisela Kozakestá generando actitudes xenófobas en ambos lados de esta ecuación geopolítica: en venezolanos que ven a todos los cubanos como espías y conquistadores, en cubanos que resienten a Venezuela como extractora de su (cada vez más escaso) personal médico.
Hasta el 2012 el chavismo podía mantenerse dentro de los mecanismos establecidos, con su líder vivo, gozando del mayoritario apoyo popular y del dispendio de la renta petrolera.
Chávez prevaleció esos 14 años sin el aporte decisivo de este proyecto llave en mano instrumentado, paradójicamente, por un gobierno cubano tradicionalmente celoso de su soberanía nacional.
Hoy, con un país dividido y crecientemente crítico de su gestión, Maduro necesita azuzar la polarización, la militarización y la apelación a la tutela consentida de La Habana para mantener el control al interior de sus filas y sostener, de cara al país, su precaria hegemonía.
Así, modificando un juego político regulado por una Constitución progresista que puso la justicia social y la participación como centros de la vida pública- se socavan los principios democráticos y las esperanzas de muchos venezolanos.
Razón de sobra para que se enciendan las alarmas en una Latinoamérica que ha sufrido, como pocos continentes, la impronta de injerencias foráneas y fusiles domésticos en su accidentada historia política.
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