miércoles, 13 de noviembre de 2013

Utilidades controladas/Editorial El Nacional miércoles 13nov13

Foto de archivo
Maduro ha sorprendido a Venezuela con una noticia insólita: va a determinar el límite de las ganancias de los ciudadanos que se dedican a actividades productivas. El fruto del trabajo no dependerá del esfuerzo de cada quien, ni del ingenio con el cual se hayan promovido las iniciativas particulares, ni de las circunstancias del mercado, sino de la decisión superior e inapelable de un funcionario que se erige en juez de la economía.


Respalda su anuncio en la apelación a la justicia, es decir, en la referencia a un valor sacrosanto o a un propósito buscado por las sociedades desde el principio de los tiempos. No existe disputa sobre la necesidad de que impere la justicia en un ramo tan espinoso como el de las actividades económicas. Maduro se vale de un escudo irrebatible, pero solo a primera vista. La justicia no puede quedar en las manos de una sola voluntad que la impone sin posibilidad de rebatimiento, especialmente si esa voluntad carece de los elementos que concedan confianza a sus determinaciones. Aún en el caso de que tuviera luces de sobra para decir lo que un emprendedor debe reducir en la caja de sus utilidades, conduce el asunto por los senderos de la injusticia, es decir, hacia rumbos opuestos a la equidad en la que inicialmente se basa. Una decisión individual que, como es ahora el caso, se maneja partiendo de un entendimiento político o ideológico cuya influencia tiende a ser excluyente, habitualmente es injusta.

Pero no tiene sentido quedarse en un planteamiento abstracto como el que se ha expuesto, por lógico que suene. Basta con mirar hacia la bancarrota que marcó el derrumbe de los sistemas del llamado “socialismo real”, productores de proverbial escasez en los países que los padecieron, fabricantes de hambrunas sobre cuyos nefastos corolarios se han escrito bibliotecas enteras, creadores de padecimientos que, después de martirizar a numerosas poblaciones durante el siglo XX, quedaron como modelo de lo que no se debe hacer cuando se trata de administrar el bien común. Cuando ese socialismo real extendió sus tentáculos hacia los terrenos de la economía para disponer lo que se debía producir y para determinar cómo se debía vender lo que se cultivaba o fabricaba, el anhelo de justicia se convirtió en pobreza generalizada y, por si fuera poco, en el establecimiento de una represión que no solo se ocupó de los asuntos de los tenderos, de los medianos propietarios y de los empresarios más acomodados, sino también de las masas atormentadas y empobrecidas ante la falta de los bienes más necesarios para la sobrevivencia.

Así sucedió en los países sometidos al socialismo real. Pero no es historia terminada. Con poner los ojos en Cuba nos percataremos de la continuación de semejante tropelía, de semejante crueldad contra la vida de la gente sencilla, porque no solo contra los “burgueses explotadores” sino también contra ella, se dispusieron los controles que ahora anuncia Maduro desde su nuevo papel de juez de las ganancias de los negociantes.

No solamente la cortedad de sus luces, sino también las experiencias que se han comentado de sociedades en las cuales se impusieron medidas coercitivas de la economía sin consultar a las partes involucradas - gobierno, empresarios, comerciantes y consumidores de todo tipo- augura un porvenir que no se merece un país como Venezuela, con los recursos y con la gente que tiene.
Fuente: El Nacional

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