Mientras los casos globales de malaria disminuyen, en Venezuela ocurre todo lo contrario. Así se evidencia en el más reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Reporte mundial de malaria 2013.
En el documento se detalla que el país fue una de las tres naciones que aumentó en la incidencia de la enfermedad ocasionada por el mosquito anofeles entre los años 2000 y 2012 junto con Guyana y Argelia.
La incidencia global del paludismo, como también se le conoce, disminuyó en 29%, detalla el documento elaborado por el despacho de las Naciones Unidas (58% en toda Latinoamérica). La mortalidad mundial por la enfermedad también descendió en 45%.
Pero en Venezuela es al revés. Los 71.023 casos acumulados en lo que va de 2013, de acuerdo con el Boletín epidemiológico número 48 del Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS), representan un aumento de 68,42% si se le comparan con las 42.168 infecciones registradas en el mismo período del año anterior.
La astronómica cifra -que según la OMS no tiene precedentes en los últimos 12 años-, ha obligado a las autoridades sanitarias a declarar el estado de epidemia en todo el territorio nacional.
Venezuela se ubica así por detrás de casi todos los países del continente americano, que sí lograron reducir el número de infecciones (sólo Haití no reporta resultados por falta de datos); e incluso de naciones africanas, como Madagascar, Zambia y Etiopía, donde la colaboración conjunta entre Estado y organizaciones han dado resultados positivos en una región caracterizada por la alta incidencia del mal.
La malaria es una enfermedad parasitaria originada por la picadura de mosquitos anofeles infectados. En Venezuela está muy relacionada con la actividad minera ilegal, especialmente en el sur del país, donde las personas pernoctan al aire libre en ambientes que favorecen la proliferación del vector.
Los síntomas de la malaria incluyen fiebre, anemia, escalofríos, vómitos, dolor muscular, coma y convulsiones. Por lo general, la enfermedad se manifiesta por ciclos de 48 a 72 horas. Sin hospitalización a tiempo puede llegar a ser mortal.
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