Por: Fernando Rodríguez/TalCual
El símil es manido pero nos resulta demasiado pertinente para no caer en su red. Se trata del parecido de ciertas situaciones políticas con las de algunos enfermos terminales, de prolongada agonía, que cuando no les sangra la nariz se les suelta un tornillo óseo o la reparación de algún mecanismo implica el deterioro de otro. Hasta que el sujeto expira, para alivio de él mismo, los médicos tratantes y los familiares agotados.
La situación política es, por supuesto, la de la Venezuela presente.
Uno tiene la sensación de que no hay día en que no se pudra esto o aquello. Desde asuntos de monta hasta curiosos detalles, desde lo previsible a lo muy sorprendente. La enfermedad mayor es, sin duda, la crisis económica que nos devora, que nos empobrece sin tregua y sin clemencia, con precios que muerden y escasez que va de la harina pan de cada día hasta los cielos de las líneas aéreas.
Fíjese en los días más recientes, apenas ayer.El propio pueblo de Bolívar y Chávez, las UBCH, posiblemente batiendo algún récord mundial de abstencionismo electoral en la cuestionada selección de los delegados al decisorio Congreso pesuveco, como una premonición terrible. Ese mismo congreso de un partido que era un regimiento del Eterno en correcta formación, ahora bajo la amenaza de mareas y el fantasma amenazante de Giordani y su lúgubre corte monacal.
El capitán Cabello maldiciendo la dirigencia obrera de mayor alcurnia en el corazón mismo de la Venezuela industrial. Algún cuerpo de seguridad (¿) arremetió en una madrugada de la semana pasada contra tres líderes presos en solitario para golpearlos, maltratarlos y robarlos como cualquier caco uniformado. En otro orden de asuntos, la retahíla de crímenes cada vez más monstruosos, que según el experto Tarre Briceño son signos de los abismos más dantescos, y ello a pesar de los cuadrantes del teleadicto ministro del Interior. Etcétera, etcétera que incluye hasta la sequía reinante, seguramente castigo de los dioses.
Pero la tapa del frasco, la abuela pariendo, es el caso de mi general mayor, alias el pollo, que ocupó durante años los más altos cargos de la seguridad nacional, apóstol del 4F, del círculo de mayor confianza del Eterno, detenido en la paradisíaca isla de Aruba por crímenes múltiples y abominables, donde fuera designado cónsul, representante, de la patria bolivariana.
Y como pasa con todo el resto no solo nos desconcierta e irrita la última trastada sino sus causas y todas las situaciones similares, mejores o peores, que acaecieron en nuestro ya largo vía crucis. Como si por fin empezáramos a caer en cuenta que el rey y su corte siempre estuvieron desnudos.
Al parecer es tal el prontuario atribuido al general y sus ramificaciones hacia todos los ámbitos criminales y los más diversos y sonoros cómplices que es un incendio de grandes proporciones el que se anuncia, de miles y miles de millones de dólares y donde podrían rodar muchísimas cabezas, encachuchadas o no. Y le viene a uno a la memoria la militarización del Estado que Copei pide que se revierta de inmediato y del que El Nacional denuncia ayer otras millonarias tropelías. O, también, la descomposición de nuestro cuerpo diplomático, liberado de todo mérito y experiencia para mayor gloria y provecho de los panas sin luces y probidad y que han puesto hasta en peligro la nación bolivariana de que sea tildada de Estado forajido; que es la intención siniestra del Mal con esta denuncia, según Rodríguez Torres.
Demasiadas y coincidentes lesiones en el cuerpo extenuado del país que cabría esperar hasta el último viaje, del que no se ha de volver, diría Machado.
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