Laureano Márquez/TalCual
Sin duda, las mujeres humoristas son mucho más peligrosas. Imagínese usted, caro lector, la explosiva confluencia de la inteligencia femenina y la agudeza humorística. El ingenio de Rayma Suprani y su compromiso con la democracia y la libertad en Venezuela harán historia.
Cuando este tiempo pase (porque pasará) y este pueblo olvidadizo nuestro ya no recuerde a los signatarios de su fracaso, aún entonces el nombre de Rayma prevalecerá como emblema de virtud, como estandarte de la justicia anhelada. Cuando las generaciones venideras examinen este tiempo, junto a la incredulidad por lo vivido y la vergüenza histórica de los acontecimientos pasados, hallarán razones de orgullo para ser venezolanos en personas como Rayma, quien, a pesar de insultos, agresiones, multas, sanciones y muchas otras amenazas a su libertad de expresión, persistió en hacer lo correcto. Lo correcto de un humorista es decir la verdad. La verdad de la caricatura de Rayma es incontestable: la salud de Venezuela está en el suelo, los médicos se están yendo del país, las medicinas no se consiguen, muchas operaciones electivas se suspenden, los procedimientos médicos ante la escasez de insumos no son los adecuados. La salud pública está en el suelo; todos conocemos por lo menos a 10 víctimas del chicungunya y solo hay oficialmente 398 casos en el país. La brillante línea continua del electrocardiograma de Rayma solo da debida cuenta de esto y denuncia su origen. Ejerce el derecho que tiene todo ciudadano decente a proclamar su punto de vista, su opinión, su criterio, sin ser sancionado por ello. Por algo se persigue el humorismo en Venezuela: es el último reducto de la libertad de expresión.
Usemos el concepto de “pueblo” tan manipulado en estos tiempos: si alguien está del lado del pueblo es Rayma, sin duda. Su caricatura da cuenta del calvario cotidiano de la gente más humilde, esa misma que los poderosos dicen defender, mientras la hunden más en la miseria. El humor es pueblo y está al lado de las angustias populares, para proclamarlas al viento, para que alguien se conmueva y les busque solución, no para acallarlas como hacen los poderosos cuando la gente tiene el coraje de expresarlas abiertamente en una de sus múltiples cadenas.
Rayma Suprani trascenderá. Su eternidad será brillante (así como eterna será la mediocridad de quienes la persiguen). No podrán silenciarla porque no hay manera de acallar el ingenio. Algún día, cuando la Venezuela civil, tolerante, de justicia y paz, reconozca a los héroes civiles, Rayma tendrá un lugar de honor en la lucha por la democracia y la libertad en Venezuela. Frank Brown dijo alguna vez que tanto mejor es una obra humorística cuanto más se acerca a la seriedad. Nuestra Rayma, resumiendo en sus dibujos el sentir de esta tierra, ha proclamado con valentía algunas de las verdades más serias que se han dicho en este tiempo.
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